miércoles, 19 de mayo de 2021

El yerbatero Telmo Romero y los locos de Caracas

 

Asilo de Enajenados de Los Teques

En la historia de la psiquiatría del país existe un peculiar, y por cierto muy nefasto personaje, que dirigió el destino de una gran cantidad de internados en el Asilo de Enajenados de los Teques, la primera institución creada especialmente para atender a los dementes por Antonio Guzmán Blanco en el año 1876. 

Telmo aplicó terribles tratamientos para la supuesta cura de los locos, y quedó registrado en los anales de la historia que logró la recuperación de un grupo importante de ellos. Fue hombre de la total confianza del Presidente Joaquín Crespo; escribió un exitoso libro, ocupó cargos importantes, y casi llega ser Rector de la Universidad Central de Venezuela.
 

Qué es la locura 


No está muy claro de dónde proviene el término “loco” y existen varias teorías al respecto. Por un lado está la que afirma que su origen es “elocus”, cuyo significado en latín es somnoliento, insomne o lunático, ya que en la antigüedad se creía que la luna y los astros eran causas determinantes de la demencia. También se piensa que puede derivar del verbo latín “loqui”, que significa charlar en demasía, y de él nace “soliloquio” lo que equivale a “hablar solo”. 


En cualquiera de los dos casos, hasta finales del siglo XIX “locura” implicaba la transgresión de las normas sociales, así como mostrar conductas atípicas. Esto era interpretado como consecuencia de enajenación mental o pérdida de la razón,  no importando el tipo de trastorno mental que el individuo padeciera, puesto que los mismos no estaban clasificados, aunque médicos destacados hicieron importantes aportes al respecto incluso desde el siglo XI. 

Por otra parte, la palabra “manicomio” proviene del griego: mani = manía y comio = komion (lugar donde cuidan), por lo que este vocablo se traduciría como: lugar donde se encargan de los locos. Pero éste viene a ser un término de uso relativamente moderno, ya que es a partir del año 1700, en la época de la Ilustración, que se empieza a concebir la psiquiatría como una nueva disciplina en el campo de la medicina y se comienza a utilizar esta palabra para los sitios de reclusión. 

Pero durante muchos siglos siguieron predominando las ideas medievales acerca de que la locura correspondía a una posesión demoníaca, o en última instancia a un castigo divino por los pecados cometidos.  Los locos iban a parar a las cárceles, junto con los mendigos y los malhechores, aunque las clases pudientes construían habitaciones alejadas para el aislamiento de los enajenados, o los mandaban a los conventos donde eran encerrados en celdas. 

La locura en Venezuela


Durante la Colonia, en Venezuela los locos corrieron idéntica suerte en cuanto a su reclusión en cárceles o conventos, lo que se prolongó hasta ya muy avanzado el siglo XIX. Es en 1862 cuando por primera vez se legisla sobre la materia de la locura, con la emisión de un decreto de José Antonio Páez estableciendo que: “El demente no puede ser privado de su libertad personal, sino cuando se teme que se dañe a sí mismo, o cause peligro o incomodidad a otros. Ni encerrado, ni atado, sino momentáneamente, mediante autorización judicial para cualquiera de estas medidas.” 

Luego, en el año 1873, Antonio Guzmán Blanco saca otra regulación determinando que: “Cuando el loco hubiere ejecutado un hecho que equivalga a delito grave, el Tribunal decretará su reclusión en uno de los hospitales o establecimientos destinados a esta clase de enfermos, del cual no podrá salir sin previa autorización del mismo Tribunal”. 

En Caracas, el primer sitio para la estadía de los locos fue un área especial dentro de la Casa de Beneficencia, ubicada en la Plaza San Jacinto, en lo que anteriormente había sido el Convento de los Dominicos

Convento de San Jacinto en 1857


Posteriormente, en 1876, Guzmán Blanco inaugura el nefasto Asilo de Enajenados de Los Teques, al lado del cual las cárceles hubieran sido un paraíso, especialmente durante el período 1884-1886 en que Telmo Romero fue su Director, aunque muchos estaban convencidos de que Telmo era un sabio. El sitio se ubicaba justamente donde hoy se encuentra la Plaza Guaicaipuro de Los Teques, por lo que los restos de la casa quedaron sepultados debajo de la misma. 

Quién fue Telmo Romero 


Este personaje, que ni siquiera era médico, había nacido en San Antonio del Táchira en el año 1846. Fue comerciante en la frontera colombiana y, según decía, vivió mucho tiempo en La Guajira aprendiendo los secretos de los piaches wayúu. Escribió un libro de 200 páginas que lo hizo famoso, cuya publicación sufragó con su propio dinero y se agotó en poco tiempo. En dicha obra, titulada “El Bien General” (1883), se encontraban muchas recetas para quitar todos los males. Murió en 1887, casualmente de tuberculosis, una enfermedad que se jactaba de curar. 


Telmo Romero


Cuentan que su cercanía con el Presidente Joaquín Crespo se debía a que sanó a uno de sus 12 hijos, y también a que Crespo era hijo de un brujo del pequeño pueblo del estado Aragua donde nació. Lo cierto es que para 1883 ya Telmo Romero era Director del Hospital de Lázaros (leprosos) de Caracas, y luego, de forma simultánea, a partir de 1884, del Asilo de Enajenados de Los Teques. Salió de estos cargos cuando Antonio Guzmán Blanco se volvió a encargar de la Presidencia en 1886.

El famoso yerbatero de Los Teques hizo pingüe negocio con Crespo en la Presidencia. Se compró la “Farmacia La Indiana”, ubicada en la Esquina de Las Madrices; en su contrato de trabajo negoció una sustanciosa prima especial de dinero por cada loco que curara; y además se le concedía la exclusividad en la elaboración de todas las fórmulas medicinales que administrara a los pacientes. Por otra parte, tenía la total libertad para aplicar los procedimientos que considerara adecuados a los fines de que los locos “sanaran” rápidamente. 

Cuando Telmo llegó al Asilo se encontró con 81 internados, asegurando que en menos de un año tendría a por lo menos 20 curados. Lo cierto es que así parece haber sucedido, lo cual fue ratificado por profesores de la Universidad Central que fueron a constatarlo. En la tercera edición de su libro aparecen todos los recuperados retratados, y Telmo comenta sobre los casos, entre los que se encuentra uno que siempre estaba amarrado, e incluso con grillos y esposas mató a un compañero, así como otro maníaco que escuchaba voces amenazándolo de muerte.  

Esta sanación podría interpretarse como una falsa maniobra, aunque el testimonio del que era el guardián del asilo cuando llegó el nuevo Director, apoya la tesis de la curación. Lo cierto es que Telmo Romero seguía ganando fama y se comentaba que pronto llegaría a ser Rector de la Universidad o por lo menos Decano de la Facultad de Medicina. 

Por esta razón, los estudiantes se dedican a pedir de casa en casa que les donen los libros de Telmo y, el 10 de marzo de 1886, con motivo del centenario del nacimiento de José María Vargas, hacen una gran pira en la universidad y queman todos los textos. Además, no contentos con eso, se llegan hasta la Esquina de Las Madrices y destrozan la farmacia del yerbatero. 

El Asilo de Enajenados de Los Teques 


La casa donde estaba ubicado el asilo era bastante larga, aunque no muy ancha, con techo bajo de tejas. En su fachada tenía ventanas de balaústres y algunos tragaluces, y en la parte posterior había un pequeño jardín, bautizado como Plaza Crespo, al que salían los locos no violentos a tomar el sol. 

En aquella época ni siquiera existía el electroshok y los únicos tratamientos permitidos eran las mangueras de agua fría y caliente. Por otra parte, estaba expresamente prohibido poner grillos o esposas, aceptándose la camisa de fuerza como único recurso para inmovilizar, pero ésta no era la norma que seguía Telmo. 

Una investigación que se llevó a cabo poco tiempo después de la partida de Telmo, y que está publicada en un Boletín de la Academia Nacional de la Historia, puso al descubierto todas las barbaridades cometidas por este yerbatero.
 
Entre ellas: sacar los dientes a los pacientes sin anestesia cuando se alteraban, para inmovilizarlos con el dolor; aplicar hierros calientes en la piel; cortar el pelo a rape, abrir una herida en la cabeza y ponerlos a sangrar bajo el agua hasta dejarlos medio muertos; y clavar el cráneo con agujas de acero, porque había leído que éste era un remedio eficaz.

Los habitantes de las casas aledañas narraban que no podían dormir por los gritos de terror que salían del asilo durante toda la noche. Luego, cuando Telmo fue despedido, el lugar quedó en total abandono y los locos se escapaban muertos de hambre, mugrientos y casi desnudos, sembrando el pánico en todo el vecindario que, por una parte querían socorrer a los pobres desamparados, y por la otra sentían mucho temor de ser atacados.
 
Pero también hay otro Boletín de la Academia Nacional de la Historia que cuenta el testimonio de Miguel Wenceslao Castro, quien tenía cuatro años como guardián cuando llegó Telmo y habla de los pacientes que fueron recuperados; incluso dice que se comenzó a ver la mejoría al poco tiempo de llegar el yerbatero. 

Los pacientes curados por Telmo Romero 


Cabe pensar que es posible que ambas versiones sean ciertas: que sanaran los menos graves o más dóciles y que se hayan aplicado los terribles tratamientos a los más reticentes, o también que los locos se hayan curado para salir de aquel infierno. El señor Miguel Castro hace la siguiente descripción de los internos que se curaron:

  1. Cayetano Sagal: Padecía de furia con permanente insomnio.
  2. Pío Nono Álvarez: Era pacífico. Se creía inmensamente rico y dictaba leyes.
  3. José Ignacio Pérez: Maníaco furioso, oía voces que lo amenazaban.
  4. José de Jesús Laviera: Nunca hablaba, siempre estaba ensimismado y deseaba morir.
  5. Andrés Antonio Lovera: Enajenado sin furia, con la mirada extraviada y se negaba a comer.
  6. Ignacio Correa: Era pacífico pero enfurecía fácilmente y se paseaba continuamente.
  7. Agustín Vileda: Loco furioso, amenazaba a todo el que se le acercara. Estuvo con grillos.
  8. Manuel Castro: Vivía sumido en una profunda tristeza y no comía.
  9. J. C. Golis: Loco furioso, rompía todo y jamás dormía. Estuvo encadenado.
  10. Jesús M. Rachadell: Furioso, hablaba disparates y no podía ser contrariado. Estuvo esposado.
  11. Juan Alonzo: Demencia completa, comía gusanos y vivía desnudo.
  12. Visitación Reyes: Total delirio, manifestaba deseos de matar e intentó escaparse. Estuvo con grillos.
  13. Gerónimo Blanco: Tenía el sueño de hacer largos viajes con muchos soldados. Conversaba con el mar y con la luna.
  14. Clemente Rodríguez: Hablaba de religión y de política. Se paseaba por una línea que dibujó en el patio.
  15. Ignacio Antuna: Furia terrible, idea constante de hacer daño. Estando con grillos y esposas, logró coger un pedazo de tabla y mató a otro enajenado.
  16. Estanislao Rodríguez: Manifestaba deseos de matar y de robar. Su conversación versaba siempre sobre asesinatos. Estuvo muchos días con grillos y esposas.
  17. Manuel Santana: Se creía predicador, hablando siempre con gritos y vociferaciones. Nunca dormía e ignoraba su nombre. 
  18. Gregoria Linares: Pacífica pero jamás dormía y se negaba a comer.
  19. Isabel Seijas: Se creía santa y era insolente. 
  20. Paulina Cartay: Nadie se le podía acercar, porque pensaba que esto la deshonraba.  Aborrecía su familia. 

En el año 1890 se encargó temporalmente de la Presidencia de la República el Dr. Guillermo Tell Villegas Pulido y subió hasta Los Teques para supervisar el lugar, encontrando una escena dantesca. Narró que había muchos pacientes amarrados y engrillados, que la mayoría de las habitaciones tenía el suelo de tierra, y que la pestilencia, entre las necesidades que hacían los locos en todas partes y su falta de aseo, era insoportable. Además, todos estaban famélicos y harapientos. Inmediatamente tomó medidas para mejorar las condiciones y se dio a la tarea de buscar un sitio idóneo en Caracas para traerlos.

El Asilo de Enajenados de Caracas, el Manicomio y el Psiquiátrico 


Para el año 1892, Villegas Pulido ya ha conseguido acondicionar un sitio que le han cedido para instalar el Asilo de Enajenados de Caracas. Se trata del antiguo hospital militar, ubicado en la Planicie de Catia, cuya estructura ya no existe. Así que, el 17 de septiembre de ese año, contrata un tren exclusivo para que viajen todos los locos desde Los Teques hasta Caracas, junto a los enfermeros y un grupo de militares que garantizan la seguridad. Es de imaginar que ese paseo fue sumamente disfrutado por el grupo de 30 pacientes que, para la fecha, quedaban en el asilo. 

Las condiciones de vida de los internados mejoraron notoriamente desde ese año, aunque aún con bastantes carencias y limitaciones. El nuevo local tenía algunos problemas de agua, no había un drenaje adecuado de las cloacas y no contaba con un laboratorio. Por todas estas condiciones, y porque ya venían con muchos problemas, empezaron a padecer de sarna, paludismo, tifus y amebiasis. El hospital da un vuelco importante cuando José Francisco Torrealba –conocido como “el sabio Torrealba”- es nombrado Director en 1924.

Pasan los años, mientras se va construyendo la nueva sede en el sector de Lídice en La Pastora, el cual tomará el nombre de Manicomio por las instalaciones del hospital, que luego se llamará Hospital Municipal Psiquiátrico y finalmente Hospital Psiquiátrico de Caracas. Se mudan desde Catia, en 1938, a las modernas instalaciones diseñadas por los arquitectos Carlos Raúl Villanueva y Herman Blasser. En este nuevo local se profesionaliza la atención a los pacientes, y hasta tienen talleres para la terapia ocupacional, un grupo de teatro y un salón de belleza. 

Hospital Psiquiátrico de Caracas 


Mientras tanto, se han graduado médicos que serán decisivos para el desarrollo de la Psiquiatría en Venezuela, como por ejemplo el Dr. Francisco Herrara Luque, entre muchos otros. No aún como psiquiatras, puesto que la  cátedra se funda en el año de 1940, tomando como escuela de prácticas al Hospital Psiquiátrico de Caracas. Éste fue un centro de atención de avanzada, contando con hospitalización, consultas externas, emergencia, servicios de psicología, recuperación del alcoholismo y drogas, modernas cocinas, un gran comedor, amplios espacios para la recreación, capilla y un restaurante. 

Lamentablemente, las noticias de los últimos años no han sido muy buenas. El hospital se ha deteriorado considerablemente en todas sus instalaciones y servicios: falta el agua y frecuentemente de luz; clausura de los sanitarios; camas y colchones totalmente inservibles; una casi nula alimentación para los pacientes; y falta de sedantes que los obliga a volver a estar amarrados a una cama o encerrados en un pequeño cuarto tipo celda. 

Referencias:

ABC Internacional - Jorge Benezra. (2019, 3 agosto). El Psiquiátrico de Caracas aterra. https://www.abc.es/internacional/abci-psiquiatrico-caracas-aterra-201908030133_noticia.html

 Andara, C. (2015, 20 noviembre). Andanzas y aventuras del brujo, yerbatero y curandero Telmo Romero. https://issuu.com/mcandara/docs/banh_366. https://issuu.com/mcandara/docs/banh_366

De Oliveira, C. (s. f.). La historia de la psiquiatría en Venezuela. https://vitae.ucv.ve/pdfs/VITAE_2079.pdf. https://vitae.ucv.ve/pdfs/VITAE_2079.pdf

Fundación Arquitectura y Ciudad. (2018, 29 noviembre). 1938• HOSPITAL MUNICIPAL PSIQUIÁTRICO, LÍDICEhttps://fundaayc.wordpress.com/2018/11/29/1938%E2%80%A2-hospital-municipal-psiquiatrico-lidice/

Marietán, H. (2004, octubre). Historia de la psiquiatría. https://alcmeon.com.ar/11/44/08_marietan.htm#:~:text=J.,la%20paranoia%20y%20la%20depresi%C3%B3n



domingo, 16 de mayo de 2021

Hospital Vargas de Caracas: una joya arquitectónica llena de historia

 



No existe hospital más hermoso que el Vargas de Caracas, tanto por su arquitectura como por su historia. Ubicado en las faldas del Ávila y construido sobre varios cementerios, ha sido cuna de la medicina venezolana y la escuela de los mejores doctores del país. 

Está situado entre las esquinas de San Simón y Monte Carmelo, en el Sector Cotiza de la Parroquia San José, a pocas cuadras del Panteón Nacional. Es patrimonio cultural de Caracas, aunque atraviesa por la misma crisis hospitalaria que todos los demás centros asistenciales del país. 

Contenido:

  • Un hospital moderno
  • El país que vio nacer al Hospital Vargas
  • Rafael Rangel: entre la peste y la dictadura
  • José Gregorio Hernández: el final de un día feliz
  • Los fantasmas del Hospital Vargas


Un hospital moderno

  

Los primeros cimientos del Hospital Vargas de Caracas se colocan en 1888, cuando el Presidente Juan Pablo Rojas Paúl emite un decreto para la construcción de un hospital que estuviera acorde a los nuevos tiempos, siguiendo el modelo del Lariboisiére de París. Su diseño consideraba los últimos postulados médicos, lo cuales sostenían que la ventilación de los sitios de reclusión de enfermos era vital para evitar el aire enrarecido y, por ende, la propagación de virus y bacterias.

Sala del Hospital Vargas 

La magna obra fue erigida en los terrenos de una hacienda conocida como Antiguo Potrero Pulinare, parte de cuya extensión la ocupaba el cementerio San Simón, al igual que en sus adyacencias se ubicaban los antiguos cementerios de Los Coléricos y Los Virulentos, clausurados por Antonio Guzmán Blanco cuando en el año 1876 se estrenó el Cementerio General del Sur, que fue un modelo y donde están enterrados muchos venezolanos ilustres. Además, estaba el Cementerio de Nuestra Señora de la Mercedes, cerrado en 1825. 

Todo el Hospital Vargas se situa sobre los terrenos que antes correspondieron al Cementerio de San Simón. El Instituto Anatómico San Lorenzo, inaugurado por Luis Razetti en 1911, se localizaba sobre el viejo Cementerio de La Mercedes, entre las esquinas de San Lorenzo y Ánima Sola. Este último luego pasó a ser la Escuela de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.
 
De acuerdo al proyecto, el nuevo hospital sería de una sola planta, ocupando dos manzanas con una extensión de 19.800 m². Tendría una disponibilidad de 1.000 camas distribuidas en grandes salas y divididas en dos alas, una para mujeres y otra para hombres. En sus inicios, cada ala se componía de dos hileras con cinco salas en cada una, que primero llevaron nombres de santos, luego el de médicos reconocidos y finalmente números. 

Adicionalmente, el hospital contaría con área de emergencia, terapia intensiva, cuartos para los médicos y residentes, laboratorios, departamentos de autopsias, morgue, quirófanos y habitaciones de recuperación, farmacia, anfiteatro, zona de consultas, varios puestos de enfermería, almacenes, servicios de cocina y lavandería, caballerizas y muchos jardines. 

El Hospital Vargas fue una majestuosa obra arquitectónica de estilo neogótico, con grandes arcos ojivales, pisos de cerámica blanca y negra simulando un tablero de ajedrez, y un gran patio central presidido por la estatua del eminente Doctor José María Vargas, quien fuera fundador de la cátedra de Anatomía y Cirugía de la Universidad de Caracas y primer Rector de la Universidad Central de Venezuela.

Todavía en medio de la obra, el hospital es inaugurado el 1° de enero de 1891 por el nuevo Presidente Ramón Andueza Palacios, y se abre al público el 5 de julio de este mismo año, convirtiéndose en el primer hospital moderno del país.  Estuvo atendido por los mejores médicos de la época tales como José Gregorio Hernández, Luis Razetti, Francisco Antonio Rizquez, Miguel Ruíz y Pablo Acosta Ortiz, entre muchos otros, contando con la esmerada asistencia de la Hermanas de la Caridad de San José de Tarbes. 

El día 5 de julio, fecha en que comienza a funcionar el hospital, ingresan 194 pacientes que se distribuyen entre las 20 salas. Habían llegado procedentes del Hospital de Caridad de Mujeres ubicado en la Esquina de San Pablo, y del Hospital Civil de Hombres (antiguo Hospital San Pablo) localizado en la Esquina del Hoyo. Durante el año siguiente se realizan 136 cirugías de diversa índole, que fueron las primeras en el país, falleciendo en ellas sólo 14 pacientes. 

El Hospital Vargas ha sido refaccionado a lo largo de la historia y su estructura ha cambiado. Una de las más importantes modificaciones fue entre 1930 y 1935, cuando se sustituyeron los techos de madera por platabandas y se construyó un segundo nivel, redistribuyéndose las dependencias. 

El país que vio nacer al Hospital Vargas 


Según el censo nacional de enero de 1891, Venezuela tenía 2.221.572 habitantes. La esperanza de vida rondaba los 40 años, la mortalidad infantil era altísima, y enfermedades como el cólera, viruela, paludismo y tuberculosis pululaban por doquier diezmando a la población.
 
Por su parte, lo que hoy es el Distrito Capital de Caracas contaba con 87.000 almas, ubicadas en 13.318 casas que se distribuían entre sus nueve  parroquias, las cuales habían sido constituidas entre los años 1636 y 1889:

Para ese entonces toda la iluminación de la ciudad, tanto calles como casas, y por lo tanto hospitales, exceptuando la Plaza Bolívar y sus alrededores que sí tenían luz eléctrica, se servían con lámparas de gas que había que encender manualmente una por una. Por otra parte, no había ningún automóvil en Caracas, ya que el primero fue importado por Cipriano Castro en el año 1904, por lo que la gente se movilizaba en caballo, mula o burro, y en coches tirados por estos animales.

Primer auto que llegó a Caracas 

En esta Caracas de los techos rojos de finales de siglo XIX también existía el tranvía y el ferrocarril. Cuentan que para el año 1891 ya la ciudad contaba con 31 unidades de tranvías que recorrían las calles empedradas llenas de carriles de hierro. A través del ferrocarril también se podía llegar hasta puntos bastante lejanos como La Guaira, El Valle o Petare, y en el año 1890 había sido estrenado el tramo Caracas-Valencia. 

Cuando se inaugura el Hospital Vargas, Caracas únicamente contaba con los siguientes nosocomios o lugares de acogida para los enfermos y desvalidos:

Apenas transcurridos ocho años de su apertura, al Hospital Vargas le tocará vivir una larga época muy dura, tanto políticamente, como por dos grandes epidemias que están entre las peores de la historia. El 22 de octubre de 1899 entra Cipriano Castro con sus tropas a Caracas, dando un golpe de Estado al entonces presidente Ignacio Andrade, y comienza una férrea dictadura de 36 años protagonizada por Cipriano Castro hasta el año 1908 y por Juan Vicente Gómez entre 1908 y 1935. 

Narra José Rafael Pocaterra que cuando un preso moría en La Rotunda a causa de los malos tratos o por envenenamiento, llegaba una ambulancia del Hospital Vargas y se llevaba el cuerpo sin vida, que luego entregaban a sus familiares diciéndoles que había fallecido en el hospital, lo cual quiere decir que los médicos eran obligados a firmar actas de defunciones falsas. En cuanto a las epidemias, en el año 1908 se desató la Peste Bubónica y, posteriormente, en 1918, la Gripe Española

El Hospital Vargas está lleno de historias acerca de todos los médicos ilustres que allí trabajaron, pero hay dos hechos que marcaron su cronología de forma muy singular; el primero de ellos fue el suicidio del eminente científico Rafael Rangel en el año 1909 y el segundo la muerte del Doctor José Gregorio Hernández en 1919. 

Es interesante destacar que, en ambos desenlaces, estuvo presente la figura del Dr. Luis Razetti (1862-1932), cuya talla profesional se valora como máxima exponente de la medicina venezolana junto a José María Vargas y a José Gregorio Hernández. 

Rafael Rangel: entre la peste y la dictadura

 

El día 20 de agosto de 1909 una trágica noticia recorre los pasillos del Hospital Vargas. A las tres de la tarde Rafael Rangel se encerró en su laboratorio e ingirió una fuerte dosis de cianuro potásico. Al escuchar gritos, acuden los bachilleres residentes, entre los que estaba Domingo Luciani, y lo encuentran con un tono azul en la piel y agarrado a la puerta; le preguntan qué tomó e intentan salvarlo, pero muere a los pocos minutos. 

Rafael Rangel 

Éste fue un duro golpe para el Doctor José Gregorio Hernández, ya que había sido su maestro y mentor en el laboratorio de microbiología donde Rafael Rangel comenzó sus investigaciones científicas. Cuentan que José Gregorio se puso las manos en la cabeza y lloró amargamente. A Domingo Luciani y otros estudiantes les tocó ir hasta la vuelta del hospital, donde vivía Rangel con su esposa Ana Luisa Romero y dos hijos: Ezequiel de cuatro años y Consuelo de dos, para informar sobre el terrible suceso. 

Rangel sufría de una severa depresión. Dicen que durante sus últimas semanas de vida tenía conductas extrañas y se la pasaba ensimismado. El día anterior a su muerte había invitado a los bachilleres a una conferencia y, en mitad de la presentación, luego de hablar locuazmente durante un buen rato, se quedó en silencio y comenzó a llorar. La razón principal de su desventura fue la epidemia de la Peste Bubónica, durante la cual había contraído muchas deudas en nombre del gobierno que ahora se negaba a responder.
 

El destacado científico Rangel, que es considerado el Padre de la Parasitología venezolana, nació el 25 de abril de 1877 en Betijoque (Estado Trujillo) y en el año 1896 ingresó a la Universidad Central de Venezuela donde fue un estudiante sobresaliente, que posteriormente lo llevó a ocupar el cargo de Director del laboratorio del Hospital Vargas en el año 1902, a la vez que fue tutor de numerosas tesis. Su investigación más destacada estuvo centrada en la anquilostomiasis como causa primordial de la anemia en el medio rural. 

Cuando en marzo de 1908 se presenta en La Guaira el primer caso sospechoso de Peste Bubónica, el científico es convocado a investigar; no encuentra la causa de la enfermedad y declara que no parece ser la temida peste. No obstante, unas semanas más tarde baja al Litoral y logra aislar el bacilo, ante lo cual se declara la emergencia y Rangel es nombrado jefe de la campaña sanitaria. A continuación se toman medidas muy drásticas, tales como quemar las casas donde habia entrado la peste, a los fines de evitar la propagación, y mediante la promesa de que el costo sería indemnizado. 

Pero sucedió que a finales de este mismo año, el 24 de noviembre de 1908, Cipriano Castro tiene que salir para Europa por razones médicas y Juan Vicente Gómez aprovecha para desplazarlo del poder, desarrollando un gran odio hacia todos los hombres que habían sido de la confianza del anterior mandatario y desatándose una feroz persecución hacia éstos. 

Entonces Rangel cae en desgracia y es acusado de no haber actuado con diligencia durante la epidemia, así como de la malversación de los fondos que le fueron asignados. Adicionalmente, se le niega una beca para seguir sus estudios en el exterior y, por otra parte, los dueños de las viviendas quemadas acuden permanentemente al Vargas a reclamar los dineros que se les deben.

Rafael Rangel fue velado en una capilla del Hospital Vargas que estaba en el área actual de las consultas externas. Iba a ser enterrado al otro día pero una inclemente tempestad lo impide, por lo que el Dr. Razetti lo embalsama para evitar la descomposición del cadáver y finalmente su cuerpo es inhumado en el Cementerio General de Sur el domingo 22 de agosto. Desde el 20 de agosto de 1977 sus restos reposan en el Panteón Nacional de Caracas, a pocas manzanas de distancia del Hospital Vargas. 

José Gregorio Hernández: el final de un día feliz


Según había comentado José Gregorio Hernández, ese fatal 29 de junio de 1919 era uno de los días más felices de su vida por dos importantes motivos; por una parte, el día anterior se había firmado el Tratado de Versalles, que anunciaba el fin de la Primera Guerra Mundial, y por la otra cumplía 31 años de graduado como médico de la Universidad Central de Venezuela. Pero el destino quiso que no llegara a ver el atardecer, ya que fue atropellado a las 2:15 p.m. por el hombre que iba a ser su compadre. 

Doctor José Gregorio Hernández en el laboratorio

El Dr. Hernández es uno de los médicos más brillantes que ha tenido Venezuela, lo cual a veces queda opacado por la trascendencia milagrosa de su figura. Nace en Isnotú (Estado Trujillo) el 26 de octubre de 1864, y llega a Caracas en 1884 para terminar sus estudios de secundaria y posteriormente ingresar a la universidad, donde se destaca como un estudiante sobresaliente. 

Luego de obtener su grado de médico en 1888, es becado y parte para Francia en 1889, regresando el mismo año en que se inaugura el Hospital Vargas, para instalar un avanzado laboratorio que contó con el primer microscopio del país traído por él mismo.  

De su época de estudiante también se cuenta que aprendió varios idiomas, así como a tocar piano. Daba clases particulares para mantenerse y se cosía su propia ropa para ahorrar dinero. Por otra parte, era un muchacho normal, que tuvo varias novias porque además era guapísimo; acudía a las fiestas y bailaba muy bien. Muchos dicen que nunca se casó porque se dedicó a Dios, pero otros aseguran que no lo hizo debido a que tuvo que terminar de criar a sus seis hermanos cuando murió su padre.  

Cuando vuelve de Europa se va a vivir a La Pastora con su hermana María Isolina del Carmen, en una casa que estaba ubicada entre las esquinas de Desbarrancado y San Andrés. Compartía su tiempo entre la docencia en la Universidad Central de Venezuela, donde funda la Cátedra de Bacteriología (que fue pionera en América) y sus actividades en el Hospital Vargas como Director del primer laboratorio de Venezuela. Igualmente, destinaba gran parte de su día a socorrer a los vecinos necesitados que acudían en busca de sus valiosos conocimientos médicos. 

Ese domingo, que fue el último de su vida, José Gregorio se había levantado, como siempre, antes de las cinco de la mañana y acudió a la misa en la Iglesia de la Divina Pastora donde comulgó, para posteriormente desayunar y visitar a los enfermos del Hospital Vargas y a los niños del orfelinato ubicado entre las esquinas de Dos Pilitas y Portillo, relativamente cerca de su vivienda. 

Después del almuerzo el Dr. Hernández celebraba en su casa con unos amigos que fueron a felicitarlo por su aniversario de graduado, cuando a las dos de la tarde tocaron su puerta para pedir ayuda: una anciana estaba grave y necesitaba de su atención. 

Más o menos a esa hora circulaba por La Pastora el señor Fernando Bustamante, quien era amigo del Dr. Hernández y le debía el gran favor de haber curado a su hermana de la Gripe Española, razón por la cual le había ofrecido como ahijado al niño que esperaba. 

Bustamante había sacado su licencia de conducir trece días antes, la cual era la número 444 del país. En la Esquina de Amadores, donde se había parado José Gregorio a comprar una medicina para la mujer enferma, al cruzar la calle distraído éste fue golpeado en una pierna por el carro marca Essex y cayó al suelo. 

El mismo Bustamante lleva a José Gregorio hasta el Hospital Vargas, donde casualmente estaba de guardia el Dr. Razetti. Según algunas versiones el Dr. Hernández llegó sin vida, y de acuerdo a otras murió en la sala de emergencias, la cual no hace mucho fue convertida en una capilla que lleva su nombre.

La causa de su fallecimiento fue fractura en la base del cráneo, por lo que José Gregorio no muere a causa del arrollamiento, sino por el golpe que recibió en la cabeza contra el filo de la acera. De todas formas, Bustamante estuvo preso durante aproximadamente año y medio. 

El cuerpo de José Gregorio Hernández fue llevado a casa de su hermano, quien vivía entre las esquinas de Tienda Honda y Puente La Trinidad –actual Boulevard Panteón-, pero la afluencia de gente fue tanta que tuvo que ser movido a la Universidad Central de Venezuela (hoy Palacio de las Academias) para ser velado en capilla ardiente. El 1° de julio fue enterrado en el Cementerio General del Sur, donde permaneció hasta el año 1975, cuando es trasladado a la Iglesia de La Candelaria para un mejor resguardo. 

Actualmente, gran parte de los restos de José Gregorio Hernández se encuentran en El Vaticano, ya que fueron nuevamente exhumados debido a su proceso de beatificación, el cual se concretó el 30  de abril de 2021. 

Los fantasmas del Hospital Vargas


El Hospital Vargas tiene varias historias de fantasmas. La más conocida es la de una enfermera que avisa a los doctores cuando un paciente se pone grave, y también guía a los que necesitan atención médica urgente. Además exiten muchas otras leyendas que se pueden leer en la web. Pero hay algunas inéditas, que me contaron quienes las vivieron, por cierto personas muy allegadas. 

Una de las anécdotas sobre la enfermera proviene del año 1989 y corresponde a una mujer que llegó a emergencia con su pequeño hijo; le dijeron que esperara, dejándo al niño en una camilla en mitad de un pasillo. Pasaban las horas y no lo atendían, mientras que la criatura ardía en fiebre y la madre se desesperaba, cuando apareció una enfermera, que muy amablemente le preguntó qué le pasaba y luego la guió hasta donde estaba una doctora. 


Enfermera fantasma

La enfermera se quedó en la puerta e hizo entrar a la mujer en la sala; el niño estaba grave y hubo que actuar rápidamente para salvarlo. Entonces la madre le comentó a la doctora que gracias a la enfermera su hijo estaba vivo, a lo que la doctora respondió que a esa hora sólo estaban de guardia tres enfermeros hombres y ella, pero que había escuchado hablar sobre una enfermera vestida a la antigua, quien aparecía para ayudar o dar avisos, y que también acompañaba a los que estaban agonizando. 

Otra narración proviene de un médico y sucedió en la sala 6. Según cuenta, una joven tenía una enfermedad autoinmune que se complicó renalmente por lo que no orinaba y, de ser una  persona encantadora, se volvió agresiva e insultaba a todo el personal para que le dieran agua, lo cual tenía limitado por su condición. Resulta que la muchacha murió una tarde y por la noche alguien se bebió todo el termo de agua de la residente que estaba de turno, quien dejó abandonada la guardia presa de terror. 

En cuanto a las historias inéditas son varias. Algunas de ellas contadas por un grupo que, como labor social, hacía obras de teatro para los pacientes y sus familiares, así como otras referidas por payasos de hospital y un residente que pasó muchos días y noches de guardia en el Hospital Vargas. 

En el teatro, que queda al fondo del pasillo a mano derecha entrando por una alta puerta de madera, había un fantasma travieso que acostumbraba a apagar las luces y la música. Se escuchaban sus pasos corriendo arriba de la tramoya, lo que según dicen no es raro que ocurra en los teatros y más aún tratándose de un hospital que además fue construido sobre un cementerio. 

Cuenta, pongamos por caso que se llama Ana, que un día, cuando estaba por comenzar una obra, se propuso buscar a los pacientes rezagados para que asistieran al teatro y entró en una de las grandes salas donde al fondo se veía a un hombre acostado. Cuando decidió ir hasta él se le apareció una enfermera, que intrigada le preguntó que por qué estaba allí. Ana le respondió que iba a buscar al señor que estaba en la cama del fondo y la enfermera le informó que en aquella sala no había ningún paciente.

Gente de otro grupo dice que con frecuencia se topaban con una monja que iba rezando por los pasillos del hospital, pero nunca lo tomaron como algo anormal, hasta que un día se percataron de que, en una foto muy vieja, que estaba colgada en una pared, aparecía la misma religiosa. Seguramente la foto correspondía a los años en que el Hospital Vargas estuvo atendido por las Hermanas de la Caridad de San José de Tarbes y la que deambulaba por los corredores era una de ellas.
 
Un entonces residente y hoy doctor, que llamaremos Luis, ha corroborado que muchísima gente ve tanto a la enfermera como a la monja, así como también al paciente de la sala deshabitada, y además narra que hay una zona muy poco conocida en el hospital desde donde se ven velas prendidas en el jardín, cuyo sitio se ubica entre las salas 4 y 5. 

Este mismo doctor también se refiere a los sótanos del Vargas, que actualmente son un depósito de desechos, camillas y sillas de ruedas abandonadas, donde cuenta que hay una energía muy particular y existen pasadizos ocultos, puertas que se conectan y salidas clausuradas.

Seguramente aquí es donde vive la mayoría de los fantasmas del hospital, muchos de los cuales ni siquiera saldrán de su escondite y mucho menos para observar el deterioro que atraviesa el hospital. 

Referencias:

Caracas Cuéntame Caracas. (s. f.). El día que murió el chofer del auto que atropelló a José Gregorio Hernández. https://caracascuentame.wordpress.com/2016/08/05/el-dia-que-murio-el-chofer-del-auto-que-atropello-a-jose-gregorio-hernandez/

Cisneros, J. A. (2010, 19 octubre). Hospital Vargas de Caracas Siglo XIX. https://issuu.com/dr.cisneros/docs/hosp_vargas_siglo_xix

Crónicas de Tánatos. (s. f.). La muerte de José Gregorio Hernández. https://cronicasdeltanato.wordpress.com/la-muerte-de-jose-gregorio-hernandez/

Desde la memoria urbana. (2016, 30 noviembre). Domus pauperum: o memoria sobre la mejor manera de destruir al Hospital Vargas. http://hanniagomez.blogspot.com/2016/ 

Gobierno Bolivariano de Venezuela. (s. f.). 25 de Abril Natalicio de Rafael Rangel. http://www.inhrr.gob.ve/noticia16.php#:~:text=Sus%20restos%20reposan%20en%20el,el%2020%20agosto%20de%201977

Revista Élite. (s. f.). Los tranvías de Caracas. http://www.tramz.com/ve/cs/css.html

Rivas, J. (2019, 8 diciembre). Esquina de San Lorenzo. http://www.donrefran.com/esquina-de-san-lorenzo/


sábado, 8 de mayo de 2021

Antiguos hospitales de Caracas: San Pablo y La Caridad

 

Plaza de San Pablo en la segunda mitad del siglo XIX


Los hospitales son lugares muy inquietantes por todo el sufrimiento que encierran sus paredes. En ellos persiste una energía muy poderosa y frecuentemente los médicos, enfermeras y pacientes declaran haber visto espectros deambulando.

En Caracas hay muchas esquinas, sitios públicos y edificaciones, donde en otras épocas hubo nosocomios, y donde todavía se siente cierto magnetismo extraño, aunque mucha gente ignora que allí estuvieron.

Los hospitales de San Pablo y La Caridad, ubicados al lado de la Iglesia de San Pablo, en el sitio que hoy ocupa el Teatro Municipal,  fueron los primeros hospitales de Caracas. Y este lugar, aparte de haber albergado valiosas reliquias arquitectónicas, fue sede de importantes eventos. 

La Iglesia de San Pablo El Ermitaño

Iglesia San Pablo El Ermitaño


La Iglesia de San Pablo El Ermitaño fue una de las primeras que se construyeron en Caracas. Según Oviedo y Baños esta obra se remonta al año de 1581 y obedece a una epidemia de viruela que se desató en 1580, por un barco portugués infectado que venía de Guinea y atracó en la Guaira. 

La población se encomendó a San Pablo El Ermitaño y la virulencia amainó, por lo cual se le construyó un templo y, a partir de entonces, todos los 15 de enero, día de su santo, se congregaba para darle las gracias. 

De acuerdo a los únicos planos disponibles, que son del año 1757, se observa que era una ermita más bien pequeña, con una sola nave y varias capillas, y según cuentan su techo era de madera y tejas por los peligros de los sismos, que en tres ocasiones afectaron al templo. 

Especialmente el temblor del 11 de junio de 1641, conocido como el Terremoto de San Bernabé, y el del  26 de marzo de 1812. En ambas ocasiones la iglesia sufrió graves daños y tuvo que ser reconstruida. 

La puerta principal del templo miraba hacia el norte y en la parte de atrás había un cementerio, donde a partir de 1614 se enterraban a todos los que morían de viruela, ya que la enfermedad, aunque en menor escala, siguió haciendo estragos en los habitantes de Caracas. Adicionalmente, en 1696, aparece una nueva epidemia de fiebre amarilla, que también causó terribles efectos en la ya diezmada población. 

Muy conocida es la leyenda sobre el Nazareno de San Pablo relacionada con la fiebre amarilla o vómito negro como también se le llamaba. Dice la historia que éste fue sacado en procesión y, al pasar por la esquina de Miracielos, se enredó en un limonero y comenzaron a caer los limones al suelo, interpretando la gente que era una señal para que tomaran agua de limón. Efectivamente así lo hicieron, curándose una gran parte de los enfermos. 

La Plaza San Pablo

La Sampablera 


La Plaza de San Pablo era un inmenso espacio, frente a la iglesia, muy frecuentado por los habitantes de Caracas en aquella época. A partir del año 1771 tuvo una pintoresca fuente central de piedra labrada, con cuatro mascarones que arrojaban agua, la cual antes había estado en la Plaza Mayor y posteriormente se trasladó a la Plaza de San Jacinto. 

En 1844, un vecino muy rico donó una nueva fuente de mármol que adornó la Plaza San Pablo; tenía forma de india y de sus plumas, ubicadas en la cabeza, salían muchos chorros de agua.  

Varios acontecimientos históricos marcaron la historia de esta plaza, de los cuales los más importantes fueron: la toma de Caracas por parte José Tomás Boves en 1814; el hecho conocido como la Sampablera en 1859, que dio origen al famoso dicho venezolano: “se formó la sampablera” para hacer alusión a cualquier desorden; y la entrada triunfal de Antonio Guzmán Blanco a Caracas en 1872.

A partir del 6 de julio del año 1814, gran parte de la población de Caracas sale para oriente junto con las tropas de Bolívar, ya que José Tomás Boves venía avanzando con su gran ejército de salvajes y despiadados llaneros. Había noticias del saqueo de Valencia, que culminó con la matanza de todos los patriotas, en medio de los hechos más inimaginablemente crueles, y la violación de las mujeres. A Caracas llega el 16 de julio y en la Plaza de San Pablo se producen los primeros fusilamientos a los fieles a la república que permanecieron en la capital. 

La Sampablera ocurre el 2 de agosto de 1859 cuando se enfrentan en la Plaza San Pablo, a punta de tiros, bayonetas y machetes, los conservadores y los liberales. El antecedente de esta situación es el golpe de Estado del año anterior a José Tadeo Monagas, cuyo protagonista fue  Julián Castro, en una coalición entre ambos bandos. Pero sucedió que este último, al ser nombrado presidente provisional, comenzó a inclinarse notoriamente hacia los liberales, lo que hace que los conservadores lo apresen y le pidan la renuncia, por lo cual los liberales toman las armas. 

El recibimiento apoteósico a Antonio Guzmán Blanco sucedió el 25 de febrero de 1872, quien siendo Presidente encargado, luego de que triunfara con la Revolución de Abril en 1870, tuvo que salir en campaña ya que un grupo enemigo se había alzado. Regresa victorioso y es festejado con campanadas, flores y banderas amarillas. En la Plaza de San Pablo se construye un arco del triunfo, adornado con coronas de laureles, ya que Guzmán Blanco vivía en el extremo norte de la antigua Calle del Comercio, muy cerca de allí. 
 

Real Hospital San Pablo El Ermitaño y Nuestra Señora de la Caridad

Hospitales San Pablo y La Caridad 



A pesar de que el rey Carlos I de España, dispuso por Decreto Real de 1541 que en todas las ciudades de América se fundasen hospitales, en Caracas el primero comenzó a funcionar en el año 1602 y no existió ningún doctor hasta 1614, por lo que más bien fue un lugar de caridad y aislamiento de los enfermos que un sitio de tratamientos médicos. Este hospital estaba contiguo a la Iglesia de San Pablo El Ermitaño, era exclusivo para hombres y se inauguró con cuatro camas. 

Según un estudio publicado en la Revista de la Sociedad Venezolana de la Historia de la Medicina, para el año 1614 existían 16 camas, en 1770 el total era de 50, y en el año 1791 se contaban con 130 camas que se distribuían de la siguiente forma: sala mayor para enfermos pobres con 44 camas; cinco salas para militares con 75 camas; sala de tuberculosos y sala de variolosos con el resto de las camas. 

Igualmente, la mencionada publicación refiere que en un principio el hospital sólo disponía de una enfermería para la atención de los pacientes, y luego se fueron agregando otros servicios como una sala para unciones, otra para vaporizaciones y una más para tratamientos de sífilis, además de un recinto especial para los presos. Y, de acuerdo con otra investigación que indagó sobre los registros del hospital, se asegura que los tratamientos que se aplicaban regularmente eran las sangrías, sudores, purgas y ungüentos mercuriales.
 
A partir de 1763, con la creación de la Facultad de Medicina en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, el Hospital San Pablo se convierte en un centro de prácticas docentes, pero aún carente de todo rigor científico. Por otra parte, para el año 1789 existía un gran hacinamiento y todos los pacientes estaban mezclados, por lo que algunos huían para evitar contagiarse de viruela o adquirir alguna otra enfermedad. Adicionalmente, la humedad, la falta de ventilación y los olores que emanaban del cementerio, hacían el lugar intolerable. 

Según algunas fuentes, el terremoto de 1812 destruyó el hospital y los pacientes fueron transferidos por un tiempo para algunos conventos como el de San Francisco, o atendidos en la casona del Conde Martín de Tovar, que era la lujosa edificación que hoy se conoce como el Correos de Carmelitas, en la esquina del mismo nombre. 

Contiguo al hospital de hombres, en el año 1691 se inauguró un espacio similar pero destinado a mujeres, cuyos tratamientos y régimen eran iguales. Cuando se inició, contaba con 8 camas, pero según estimaciones puede haber llegado a 40 antes de que fuera destruido por el terremoto de 1812.

Aunque no está muy claro, al parecer, tanto el hospital de hombres como el de mujeres siguieron funcionando hasta su demolición en el año 1876 y, para esa época, ya existían algunas instituciones de beneficencia, así como también los hospitales religiosos y otros llamados de “Obras Pías”. Pero no fue sino hasta el año 1891, casi comenzando el siglo XX, que con la inauguración del Hospital Vargas de Caracas, empezó a cambiar la situación hospitalaria del país.  

Algunas fuentes indican que el Hospital de la Caridad para mujeres permaneció abierto hasta el año 1891, cuando las enfermas fueron trasladadas al recién inaugurado Hospital Vargas, mientras que el de hombres había sido trasladado a la Esquina del Hoyo, cerca de donde luego se construyó La Rotunda

El nosocomio de mujeres tenía una sala para enfermas, un cuarto para “pecadoras públicas”, una sala de unciones, otra para detenidas tipo cárcel, un cuarto para convalecientes, y dependencias de servicios entre las que se incluían habitaciones para las esclavas, la rectora, y el capellán. Adicionalmente, a la entrada había una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Caridad.
 
Cabe destacar que, en la categoría de “pecadoras públicas”, también entraban las acusadas de adulterio o de vivir en concubinato. Según narra Oviedo y Baños, aquel lugar además sirvió “para las que por escandalosas necesitan castigo a su liviandad” y “para las mujeres en pleitos con sus maridos”. 

El Teatro Municipal 


El Teatro Municipal se comenzó a construir en el año 1876, cuando por orden de Antonio Guzmán Blanco se demuelen la Iglesia de San Pablo El Ermitaño y los hospitales San Pablo y Nuestra Señora de la Caridad. Cinco años después, el 1 de enero de 1881, fue inaugurado como Teatro Guzmán Blanco y siguió llamándose así hasta que el nuevo Presidente, Juan Pablo Rojas Paul, le puso el nombre actual en 1888.  

Teatro Municipal



Este teatro no es el mismo que construyó el Ilustre Americano, ya que ha sufrido muchas remodelaciones a lo largo de todos sus años; sin embargo, sigue conservando su estilo neoclásico, mezclado con otras tendencias. Está ubicado entre las esquinas de Reducto y Municipal, sobre la Avenida Baralt, en el Silencio; se estima que tiene cerca de 3.400 m² y una capacidad para aproximadamente 1.200 personas. 

Debajo de sus cimientos se esconde una antiquísima historia. No sólo porque aquí estuvieron una de las más antiguas iglesias de Caracas y los dos primeros hospitales, sino porque también se descubrió, como parte de un proyecto antropológico, diversos estratos que evidenciaron una aldea indígena, el paso del primer acueducto de la capital y la existencia de un cuartel, anteriores a las construcciones conocidas. En las excavaciones se encontraron cerámicas y monedas de muchos años atrás, además de implementos médicos de épocas ya más recientes. 

Como todos los teatros, el Municipal también tiene sus fantasmas. Pero uno de ellos parece provenir de la época en que aquí estaban los hospitales. Se trata de una enfermera vestida y peinada de acuerdo a la época en que vivió, que ha sido vista como perdida caminando entre los asientos. Un tramoyista incluso aseguró que, en una oportunidad, ella le preguntó que dónde quedaba la sala de emergencias. 

También se afirma que, cuando el teatro queda en silencio, se escuchan murmullos de voces y conversaciones. Por otra parte, han visto a un hombre elegantemente vestido que acostumbra a sentarse en el palco presidencial a ver las funciones, y también a una niña extraña, toda vestida de blanco, que al oscurecer ronda los alrededores del Municipal.  

Referencias:

CARACAS CUÉNTAME CARACAS. (s. f.). ¿Qué se encontró en el subsuelo del Teatro Municipal? https://caracascuentame.wordpress.com/2016/10/20/que-se-encontro-en-el-subsuelo-del-teatro-municipal/comment-page-1/

Escudero, M. (2008, 13 junio). Alimentación, salud y enfermedad en el Hospital San Pablo de Caracas (siglo XVIII)1. http://www.fundacionlasalle.org.ve/userfiles/1-Alimentacion%20salud%20y%20p%207-26.pdf

ISSUU. (2019, 16 octubre). Cuentos, casos y cosas de Caracas. https://issuu.com/fundapatrimonioccs/docs/boletinn1_cuentos_casos_cocas

Tarim, S. (2007). Aproximación histórica al patrimonio pictórico y escultórico colonial de la Iglesia San Pablo. Caracas, Venezuela: U.C.V. Escuela de Artes.



miércoles, 5 de mayo de 2021

Rómulo Betancourt: venezolanos que cambiaron la historia

 



Rómulo es uno de los personajes más carismáticos del siglo XX. Admirado y hasta venerado por muchos, y detestado profundamente por otros, pero hasta estos últimos reconocen que fue un político hábil como pocos y que marcó definitivamente la historia de Venezuela. 

De Betancourt se recuerdan muchas frases célebres. Una de ellas: “Yo no renuncio ni me renuncian” y otra famosa, con toda seguridad la más memorable: “We will come back”.

Independientemente de lo que se sienta o se piense de Rómulo, repasar su historia resulta sumamente enriquecedor e interesante. 

Contenido

1. Niñez y juventud

2. Vida política y destierros

3. Atentados

4. Intentos golpistas y acciones subversivas

5. Obras de gobierno 1959-1964

6. Vida privada de Rómulo 

Niñez y juventud  

Rómulo Ernesto Betancourt Bello, nació el 22 de febrero de 1908 en Guatire durante el mandato de Cipriano Castro y a sólo diez meses de que el dictador Juan Vicente Gómez tomara el poder, por lo que vivió y combatió esta dictadura durante toda su vida, ya que Gómez muere cuando Rómulo ya tenía 27 años. 

El hogar de los Betancourt Bello estaba conformado por su madre, Virginia Bello, descendiente de canarios; su padre, Luis Betancourt, que llegó muy joven procedente de las Islas Canarias; y tres hijos de los que Rómulo era el del medio. Sus dos hermanas fueron María Teresa, la mayor, y Helena, la más pequeña, que cariñosamente era llamada “Tatá”.

Don Luis Betancourt era muy trabajador, logró superarse y, de empleado en un almacén en Guatire, pasó a ser contador del Banco Venezuela. De él obtuvo Rómulo conocimientos sobre cómo llevar las cuentas, lo que le sirvió bastante para ganarse la vida durante sus etapas de exilio, que fueron muchas.  

Existen algunas discrepancias de los datos biográficos acerca de la niñez de Rómulo. Según José Sant Roz, la familia Betancourt Bello gozaba de una buena posición económica ya que su padre, además de tener un buen trabajo, era socio del único cine que existía en Guatire. Prueba de ello fue que el primer carro que se paseó por el pueblo –un Ford- perteneció a Don Luis. 

Sobre lo que sí coinciden todas las opiniones es que Rómulo fue muy emprendedor desde pequeño y pronto aprendió a generar sus propios ingresos, mediante diferentes ocupaciones tales como ser acomodador en el cine de su padre, hacer papagayos para vender, o trabajar en una fábrica enrollando habanos. 

Cuenta el mencionado autor que Rómulo heredó la destacada chispa humorística e intelectual de su padre, quien llegó a ganarse el primer premio de poesía convocado por la Casa Reuter, que producía jabones, con un ocurrente poema resaltando las fragancias y bondades de estos productos. 

Por otra parte, narra que el niño Betancourt acostumbraba a ir muy bien vestido, casi siempre de blanco, y que, cuando estudiaba primaria en la escuela de Guatire Juan José Fermín,  se distinguió por tener una memoria brillante pero no ser bueno para las matemáticas. 

Siguiendo la historia de José Sant Roz, la familia Betancourt se muda a Caracas en el año 1919, cuando Rómulo tenía 11 años, y la madre muere en 1926 cuando contaba con 18, lo que contradice algunos autores que afirman que quedó huérfano a los 10 años. 

En la capital Rómulo termina su primaria y luego entra al Liceo Caracas, hoy Liceo Andrés Bello, en el año 1922. Para esa época el director del instituto era Rómulo Gallegos y fueron sus compañeros jóvenes que luego se destacarían como parte de la Generación del 28; entre ellos Jóvito Villalba, Raúl Leoni, Armando Zuloaga Blanco y Miguel Acosta Saignes.

También cuenta Sant Roz que Rómulo adoraba pasearse por los alrededores de la Plaza Bolívar de Caracas y visitar las dulcerías de sus cuadras adyacentes, así como deleitarse con todo lo que vendían los carritos ambulantes; especialmente torrejas, chicha y arepitas dulces abombadas, mientras observaba toda la gente elegantemente vestida que en aquella época frecuentaba la zona.  

Su ingreso a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UCV ocurre en el año 1927, pero sus estudios de Derecho no van a durar mucho ya que, en febrero de 1928, con motivo de la Semana del Estudiante, la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV), dirigida por Raúl Leoni, convoca una serie de actos que terminan con el presidio de muchos estudiantes y Rómulo va a parar preso al Castillo Libertador de Puerto Cabello, donde cumple los 20 años. 

Gracias a la intervención de políticos influyentes, los jóvenes fueron puestos en libertad en poco tiempo, pero el 7 de abril de ese año estalla una conspiración contra Juan Vicente Gómez, que logra apoderarse del cuartel de Miraflores, la cual es sofocada por el entonces Jefe de la Guarnición de Caracas, Eleazar López Contreras, quien por cierto se ve en la obligación de poner preso a su propio hijo. 

Rómulo Betancourt, que estaba implicado en el movimiento, luego de dos meses de clandestinidad, sale huyendo rumbo a Curazao y comienza un largo período de exilio hasta que regresa en el año 1936, después de la muerte de Gómez. 

Vida política y destierros

Luego de Curazao, el primer destino de Rómulo es República Dominicana, desde donde intenta llegar a la isla de La Blanquilla para unirse a la expedición del Falke, un barco comandado por Román Delgado Chalbaud para invadir el oriente de Venezuela, lo cual sucede en agosto de 1929. Pero la embarcación que iba a llevar a Rómulo y a sus compañeros hasta la mencionada isla zozobra y no pudieron llegar, lo que seguramente les salvó la vida. 

En 1931 funda el ARDI (Alianza Revolucionaria de Izquierdas) en Barranquilla, que él define como izquierdista y socialista, pero enfrentado a los marxistas leninistas que estaban exiliados en México y Cuba, ya que para Betancourt el derrocamiento de Gómez pasaba más por una alianza que por una lucha de clases.

Se afilia al Partido Comunista de Costa Rica cuando se radica en este país y es expulsado del territorio costarricense en 1933, aunque logra permanecer de forma clandestina hasta 1936 cuando regresa a su patria. Al llegar a Venezuela milita por un mes en el PCV, pero poco después se une al ORVE, una asociación de partidos que apoyaba a López Contreras, quien al ser ratificado en el cargo de Presidente comienza a perseguir a los opositores peligrosos. 

Posteriormente, el 28 de octubre de 1936, Rómulo Betancourt, junto con Raúl Leoni, Rómulo Gallegos y Jóvito Villalba, funda el Partido Democrático Nacional (PDN), que era una agrupación de las izquierdas democráticas y de la cual Rómulo Betancourt fue nombrado Secretario General. El gobierno no aceptó su legalización, aunque de forma clandestina se tornó en una importante fuerza política. 

En 1937 López Contreras ordena la expulsión de Betancourt y de 46 políticos más de Venezuela, pero Rómulo permanece en el país, utilizando otro nombre, hasta el año 1939 que la policía lo detiene y luego sale desterrado para Chile, para regresar nuevamente en 1941. Posteriormente, en el año 1945, participa en el golpe de Estado contra Isaías Medina Angarita junto a Marcos Pérez Jiménez y Carlos Delgado Chalbaud. 

Durante el período 1945-1948, el cual es conocido como el “trienio adeco”,  Rómulo Betancourt ocupó el cargo de Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno y se aprobaron medidas importantes como el sufragio universal y directo, que fue uno de los argumentos para derrocar a Medina Angarita, quien se negaba a esta reforma constitucional. 

El partido Acción Democrática, que había sido fundado el 13 de septiembre de 1941 por Rómulo Betancourt, Andrés Eloy Blanco, Gonzalo Barrios, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Leonardo Ruíz Pineda y Jesús Angel Páz Galarraga, entre otros, ya era la fuerza política más importante del país  e impulsa la candidatura de Rómulo Gallegos, que gana la presidencia en 1947. 

Pero el presidente Rómulo Gallegos es derrocado en 1948 por Marcos Pérez Jiménez y Carlos Delgado Chalbaud, por lo que Betancourt se exilia en Cuba a partir de 1949 y hasta 1952, cuando el dictador Fulgencio Batista da el golpe de Estado en ese país. Luego se va a Costa Rica hasta 1954, año en que se residencia en Puerto Rico, y en 1957 se va a Nueva York donde se firma el pre-acuerdo del Pacto de Puntofijo con Jóvito Villalba y Rafael Caldera. 

Posteriormente, a la caída de Pérez Jiménez en 1958, regresa al país y se lanza como candidato para las elecciones de diciembre de este mismo año, en las que gana con el 49,18% de los votos. Fueron sus contendores: Rafael Caldera por COPEI y Wolfgang Larrazábal por URD, quien había sido Presidente de la Junta Provisional de Gobierno durante el año 1958.

Rómulo Betancourt fue Presidente Constitucional de la República durante el lapso 1959-1964. Después de entregar la banda presidencial a Raúl Leoni se va a los Estados Unidos y, luego de hacer un largo viaje por el continente asiático, se residencia en Nápoles y finalmente en Berna (Suiza), para regresar nuevamente a Venezuela en 1972. 

Atentados

Betancourt fue víctima de varios atentados. El primero de ellos se produce en La Habana, la tarde del 18 de abril de 1951, cuando se iba a montar en su vehículo y un hombre con una jeringa lo ataca. Rómulo se defiende y dobla la punta de la aguja, por lo que no pudo ser inyectado. La jeringa fue recogida y se determinó que el líquido era gas mostaza, que hubiera resultado letal. 

El segundo intento de asesinato ocurrió en el año 1953, cuando Rómulo estaba asilado en Costa Rica y arribaron dos cubanos sicarios, que fueron detectados por la embajada de Venezuela. Carlos Andrés Pérez, que era el secretario de Betancourt se encargó de formar un grupo, también de cubanos, que liquidaron a los asesinos en una emboscada y los lanzaron por un barranco. 

El tercer atentado ocurrió en Caracas, el 24 de junio de 1960, en el Paseo de Los Ilustres durante la conmemoración de la Batalla de Carabobo. Un vehículo Oldsmobile fue estacionado minutos antes del paso de la caravana presidencial y explotó, lo cual violó las normas de seguridad y por eso se atribuyó complicidad a las fuerzas armadas vestigios de la dictadura de Pérez Jiménez. 

A las 9:20 de la mañana, el estallido lanzó el automóvil donde iba el Presidente fuera de la vía y lo convirtió en una masa de hierro y fuego, ocasionando quemaduras de primer y segundo grado a Betancourt, al Ministro de la Defensa, a su esposa, y al chofer del vehículo, y matando al jefe de la Casa Militar. Las heridas recibidas afectaron a Betancourt en el ojo derecho, y lo dejaron parcialmente sordo, con graves lesiones en ambas manos y en la cara.

La autoría intelectual del hecho fue atribuida al mandatario de República Dominicana, llamado Rafael Leónidas Trujillo y apodado Chapita, que odiaba visceralmente a Betancourt, ya que este último había expresado en más de una oportunidad la necesidad de liberar a ese país de una de las más terribles y sanguinarias dictaduras conocidas en América. 

El intento de magnicidio fue denunciado ante la OEA y sus miembros decidieron romper relaciones diplomáticas con República Dominicana. Posteriormente, el caso también fue llevado al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde se aprobaron sanciones internacionales en contra de ese país, con nueve votos a favor y dos abstenciones por parte de Polonia y la Unión Soviética.

Los intentos de asesinar a Rómulo y que éste saliera ileso de los mismos, levantó una leyenda acerca de su pipa, que se decía había sido ensalmada por un brujo de Barlovento para que su humo lo protegiera.  

Intentos golpistas y acciones subversivas 

El gobierno de Betancourt también enfrentó importantes conatos de golpes de Estado, que fueron conocidos como El Carupanazo, El Porteñazo y el Barcelonazo, por los lugares donde se sucedieron los hechos, así como diversas acciones contundentes de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), que se crearon en 1962 para derrocarlo. 

El Barcelonazo fue el primero de los tres levantamientos. Éste fue un movimiento insurreccional cívico-militar ocurrido en Barcelona el 26 de junio de 1961, que fue secundado por otras ciudades como La Guaira y Ciudad Bolívar, pero todos los líderes del movimiento, tanto militares como civiles, fueron arrestados y muchos de ellos ajusticiados. 

Luego viene El Carupanazo, que sucede en Carúpano el 4 de mayo de 1962, cuando un batallón de la Marina se subleva tomando las calles, los edificios, el aeropuerto y la emisora más importante de la ciudad llamada Radio Carúpano. Betancourt exigió la rendición de los alzados y se lanzan ataques aéreos hasta que los sublevados se rinden. 

Poco tiempo después, el 2 de junio del mismo año, le sigue El Porteñazo, esta vez en Puerto Cabello, cuando se vuelven a alzar oficiales de rango medio de la Marina, logrando tomar la Digepol y varias prefecturas, así como la emisora Radio Puerto Cabello, pero son bombardeados y mueren más de 400 soldados entre militares sublevados y fieles al gobierno. 

Por otra parte, el 29 de septiembre de 1963 acontece otro hecho importante que se conoce como el Asalto al Tren del Encanto, el cual se dirigía a Los Teques y donde quince guerrilleros se enfrentaron a la Guardia Nacional con la intención de apropiarse de las armas. En este evento murieron varios guardias y fueron heridos algunos pasajeros.   

La respuesta de gobierno ante este hecho fue la suspensión de garantías, la intervención del Congreso, y el allanamiento de las viviendas el 30 de septiembre de 1963, poniendo presos a varios miembros importantes del Partido Comunista como Gustavo Machado (que era diputado), su hermano Eduardo Machado y Jesús Farías, entre otros, quienes son enviados al Cuartel San Carlos

Obras de gobierno 1959-1964

Las medidas y obras de gobierno de Rómulo Betancourt estuvieron fundamentalmente dirigidas hacia lo económico, destacándose la aplicación del modelo sugerido por la CEPAL para desarrollar la industria nacional y sustituir importaciones, así como hacia la defensa del petróleo, por lo que en 1960 el Ministro de Minas e Hidrocarburos Juan Pablo Pérez Alfonzo promueve la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Por otra parte, en diciembre de 1961 viene al país en visita oficial el presidente John F. Kennedy, con el que firma el acuerdo conocido como Alianza para el Progreso, que consistía en un sistema de ayudas y medidas del gobierno norteamericano hacia todos los países de Latinoamérica para contrarrestar la penetración ideológica de la Revolución Cubana, que había triunfado el 1° de enero de 1959. 

Cuando finalizó el gobierno de Betancourt, de acuerdo a estadísticas del Banco Central de Venezuela, el país había crecido significativamente en lo económico, con una tasa de 6,56% promedio interanual. Igualmente, la matrícula escolar que en 1958 era de 850 mil estudiantes, pasó a 1.6 millones para el año 1963, lo que para la época significaba más del 90% de cobertura. 

Betancourt finalizó importantes obras que se habían comenzado en el período de Pérez Jiménez, tales como el puente sobre el Lago de Maracaibo; el Distribuidor El Pulpo en Caracas; y el Parque del Este, inaugurado en 1961. Por otra parte, se comenzó la construcción de la Represa del Guri y del Puente de Angostura sobre el río Orinoco. 

En el año 1961 el Congreso de la República aprueba la nueva constitución, que derogaba la de Pérez Jiménez del año 1953 y es la que mayor duración ha existido en la historia, ya que fue sustituida en 1999 por la carta magna actual. En sus 38 años de vigencia sólo tuvo dos leves enmiendas, una durante el gobierno de Rafael Caldera (1973) y otra en el período de Luis Herrera Campins (1983). 

Vida privada de Rómulo 

Rómulo se casa en octubre de 1934 con Florinda María del Carmen Valverde. Ella era costarricense, de profesión maestra, quien había estudiado en México. De esta unión, en abril de 1935, nacería su única hija llamada Virginia como la madre de Rómulo. Según cuentan, Carmen Valverde, quien murió en Caracas en 1970, era una mujer muy bella, paciente, amorosa y leal, que mucho apoyó a todos los exiliados en Costa Rica. 

Sobre esta relación de Betancourt se conoce fundamentalmente a través del libro de su hija, titulado “Vida en Familia (1890-1958)”. Virginia Betancourt fue una mujer muy activa intelectualmente en Venezuela y, entre varias de sus importantes obras culturales, está la creación del Banco del Libro en el año 1961. Virginia cuenta muchas anécdotas de su padre durante los tiempos del exilio en Chile (1940-1941) y en La Habana (1949-1952).

Narra Virginia que, a pesar de que su padre era un hombre hogareño y preocupado por su familia, al llegar a Chile se dejó tentar por los encantos de las chilenas y tuvo algunos romances. En una oportunidad, Virginia, que en esa época no contaba más de seis años, declaró haberse tragado una aguja para que el padre regresara a casa. Cuando le dijeron que el “tío Chicho” quien era Salvador Allende, iba a mandar una ambulancia, tuvo que decir que era mentira. 

Según Eduardo Mayobre, un testigo presencial,  Rómulo Betancourt fue muy buen amigo de Salvador Allende, incluso trabajaban juntos y vivían en el mismo edificio. En esa época Allende era Ministro de Salud y con frecuencia recorrían juntos el país. Y a pesar de que las posturas políticas de ambos se fueron distanciando, nunca afectó el respeto y el afecto que se profesaban. 

Refiere Virginia que su padre se emocionaba fácilmente y tanto podía reír como llorar. Le gustaba leer ensayos de política e historia así como las novelas de autores hispanoamericanos y franceses. También para relajarse leía a Agatha Christie y en todas las casas donde iban a vivir reservaba un espacio para el trabajo, con una mesa y una máquina de escribir, y muchos libros y periódicos. La privacidad de su hogar era sagrada y no celebraba encuentros políticos en él. 

Rómulo, al parecer, no era muy amigo de las fiestas, detestaba las conversaciones intrascendentes y evadía a los típicos personajes pendientes de la oportunidad para alabar y solicitar favores, así como a los borrachos. Por eso, cuando acudía a compromisos ineludibles, incluso siendo Presidente, le decía a Virginia: “negrita, siéntate conmigo para hablar tonterías” y así espantaba a los que intentaban a acercarse. 

También refiere Virginia que Rómulo no era muy amante de los aviones y que no tenía la más leve idea sobre mecánica ni cómo funcionaban los aparatos. Disfrutaba de la playa y de las caminatas sin rumbo por las ciudades, le encantaba manejar por la carretera, y se iba parando en las ventas de cachapas, empanadas y chicharrones, donde conversaba con las vendedoras y las reconocía por su nombre. 

Finalizando el mandato de Rómulo en 1964, luego de 30 años de matrimonio, se separó de Carmen y se volvió a casar en Berna (Suiza) con la brillante venezolana doctora en psiquiatría Renée Hartman Viso, con quien tenía relaciones desde años antes. A través de ella se conocen muchos episodios de la vida de Betancourt, y montones de anécdotas, ya que escribió varios libros, entre ellos uno titulado “Rómulo y yo”. 

Renée también fue activista política en sus años de estudiantes en la U.C.V. Perteneció a la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) y al Partido Democrático Nacional (PDN) pero nunca había conocido a Rómulo Betancourt en persona. Ella y su esposo, que también era médico, hacen el postgrado en Estados Unidos y regresan a Venezuela en 1950 durante la dictadura de Pérez Jiménez. Entonces Renée, con diferentes nombres falsos, milita activamente, hasta que cae presa y luego es expulsada a Portugal, habiéndose ya divorciado.

Posteriormente ella se va a vivir a Nueva York y es allí donde conoce a Rómulo en una reunión de exiliados en el año 1957, a partir de la cual se inicia el romance y comienzan a verse en secreto. Renée participa en la campaña electoral de Rómulo y así se ven en los hoteles cuando están de gira, pero una vez que él gana la presidencia deben alejarse ya que la esposa sería la primera dama y no estaban bien vistos los amores furtivos de los presidentes. 

Una vez concluido el período presidencial, Rómulo se divorcia de Carmen y se une en matrimonio a Renée en el año 1967, cuando ella tenía 47 años y él 59. Viven en Suiza durante varios años y regresan a Venezuela en 1972, desde donde visitaban todos los años la ciudad de Nueva York, para descansar y dedicarse a escribir. Y sucedió que, en el viaje de 1981, Rómulo sufre un derrame cerebral y muere el 28 de septiembre en el Doctor´s Hospital de Nueva York con 73 años. 

El cuerpo del llamado “Padre de la Democracia Venezolana” por algunos historiadores es repatriado y velado en la Casa de Acción Democrática de El Paraíso. Su féretro fue cargado en hombros desde el centro de Caracas hasta el hasta el Cementerio del Este de la Guairita, donde sus restos reposan en la misma tumba donde luego fueron enterrados los de Renée, quien falleció el 16 de enero de 1991. 

Referencias:

Betancourt, V. (2007). Vida en Familia (1890–1958). Caracas, Venezuela: Fundación para la Cultura Urbana.

Geni. (2018, 25 marzo). Renée Hartmann Viso. https://www.geni.com/people/Ren%C3%A9e-Hartmann-Viso/6000000011526906846

Hartmann, R. (1984). Rómulo y yo: instantes de la democracia venezolana. Caracas, Venezuela: Ediciones Grijalbo.

Mayobre, E. (2011, 14 agosto). Allende y Betancourt. https://www.analitica.com/opinion/opinion-nacional/allende-y-betancourt/

Sánchez, A. (2019, 29 junio). Renée Hartmann. https://www.elnacional.com/papel-literario/renee-hartmann_286863

Sant Roz, J. (2009). El Procónsul Rómulo Betancourt: memorias de la degeneración de un país. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Suniaga, F. (2018, 5 agosto). El atentado a Rómulo Betancourt. https://prodavinci.com/el-atentado-a-romulo-betancourt/




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