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miércoles, 19 de mayo de 2021

El yerbatero Telmo Romero y los locos de Caracas

 

Asilo de Enajenados de Los Teques

En la historia de la psiquiatría del país existe un peculiar, y por cierto muy nefasto personaje, que dirigió el destino de una gran cantidad de internados en el Asilo de Enajenados de los Teques, la primera institución creada especialmente para atender a los dementes por Antonio Guzmán Blanco en el año 1876. 

Telmo aplicó terribles tratamientos para la supuesta cura de los locos, y quedó registrado en los anales de la historia que logró la recuperación de un grupo importante de ellos. Fue hombre de la total confianza del Presidente Joaquín Crespo; escribió un exitoso libro, ocupó cargos importantes, y casi llega ser Rector de la Universidad Central de Venezuela.
 

Qué es la locura 


No está muy claro de dónde proviene el término “loco” y existen varias teorías al respecto. Por un lado está la que afirma que su origen es “elocus”, cuyo significado en latín es somnoliento, insomne o lunático, ya que en la antigüedad se creía que la luna y los astros eran causas determinantes de la demencia. También se piensa que puede derivar del verbo latín “loqui”, que significa charlar en demasía, y de él nace “soliloquio” lo que equivale a “hablar solo”. 


En cualquiera de los dos casos, hasta finales del siglo XIX “locura” implicaba la transgresión de las normas sociales, así como mostrar conductas atípicas. Esto era interpretado como consecuencia de enajenación mental o pérdida de la razón,  no importando el tipo de trastorno mental que el individuo padeciera, puesto que los mismos no estaban clasificados, aunque médicos destacados hicieron importantes aportes al respecto incluso desde el siglo XI. 

Por otra parte, la palabra “manicomio” proviene del griego: mani = manía y comio = komion (lugar donde cuidan), por lo que este vocablo se traduciría como: lugar donde se encargan de los locos. Pero éste viene a ser un término de uso relativamente moderno, ya que es a partir del año 1700, en la época de la Ilustración, que se empieza a concebir la psiquiatría como una nueva disciplina en el campo de la medicina y se comienza a utilizar esta palabra para los sitios de reclusión. 

Pero durante muchos siglos siguieron predominando las ideas medievales acerca de que la locura correspondía a una posesión demoníaca, o en última instancia a un castigo divino por los pecados cometidos.  Los locos iban a parar a las cárceles, junto con los mendigos y los malhechores, aunque las clases pudientes construían habitaciones alejadas para el aislamiento de los enajenados, o los mandaban a los conventos donde eran encerrados en celdas. 

La locura en Venezuela


Durante la Colonia, en Venezuela los locos corrieron idéntica suerte en cuanto a su reclusión en cárceles o conventos, lo que se prolongó hasta ya muy avanzado el siglo XIX. Es en 1862 cuando por primera vez se legisla sobre la materia de la locura, con la emisión de un decreto de José Antonio Páez estableciendo que: “El demente no puede ser privado de su libertad personal, sino cuando se teme que se dañe a sí mismo, o cause peligro o incomodidad a otros. Ni encerrado, ni atado, sino momentáneamente, mediante autorización judicial para cualquiera de estas medidas.” 

Luego, en el año 1873, Antonio Guzmán Blanco saca otra regulación determinando que: “Cuando el loco hubiere ejecutado un hecho que equivalga a delito grave, el Tribunal decretará su reclusión en uno de los hospitales o establecimientos destinados a esta clase de enfermos, del cual no podrá salir sin previa autorización del mismo Tribunal”. 

En Caracas, el primer sitio para la estadía de los locos fue un área especial dentro de la Casa de Beneficencia, ubicada en la Plaza San Jacinto, en lo que anteriormente había sido el Convento de los Dominicos

Convento de San Jacinto en 1857


Posteriormente, en 1876, Guzmán Blanco inaugura el nefasto Asilo de Enajenados de Los Teques, al lado del cual las cárceles hubieran sido un paraíso, especialmente durante el período 1884-1886 en que Telmo Romero fue su Director, aunque muchos estaban convencidos de que Telmo era un sabio. El sitio se ubicaba justamente donde hoy se encuentra la Plaza Guaicaipuro de Los Teques, por lo que los restos de la casa quedaron sepultados debajo de la misma. 

Quién fue Telmo Romero 


Este personaje, que ni siquiera era médico, había nacido en San Antonio del Táchira en el año 1846. Fue comerciante en la frontera colombiana y, según decía, vivió mucho tiempo en La Guajira aprendiendo los secretos de los piaches wayúu. Escribió un libro de 200 páginas que lo hizo famoso, cuya publicación sufragó con su propio dinero y se agotó en poco tiempo. En dicha obra, titulada “El Bien General” (1883), se encontraban muchas recetas para quitar todos los males. Murió en 1887, casualmente de tuberculosis, una enfermedad que se jactaba de curar. 


Telmo Romero


Cuentan que su cercanía con el Presidente Joaquín Crespo se debía a que sanó a uno de sus 12 hijos, y también a que Crespo era hijo de un brujo del pequeño pueblo del estado Aragua donde nació. Lo cierto es que para 1883 ya Telmo Romero era Director del Hospital de Lázaros (leprosos) de Caracas, y luego, de forma simultánea, a partir de 1884, del Asilo de Enajenados de Los Teques. Salió de estos cargos cuando Antonio Guzmán Blanco se volvió a encargar de la Presidencia en 1886.

El famoso yerbatero de Los Teques hizo pingüe negocio con Crespo en la Presidencia. Se compró la “Farmacia La Indiana”, ubicada en la Esquina de Las Madrices; en su contrato de trabajo negoció una sustanciosa prima especial de dinero por cada loco que curara; y además se le concedía la exclusividad en la elaboración de todas las fórmulas medicinales que administrara a los pacientes. Por otra parte, tenía la total libertad para aplicar los procedimientos que considerara adecuados a los fines de que los locos “sanaran” rápidamente. 

Cuando Telmo llegó al Asilo se encontró con 81 internados, asegurando que en menos de un año tendría a por lo menos 20 curados. Lo cierto es que así parece haber sucedido, lo cual fue ratificado por profesores de la Universidad Central que fueron a constatarlo. En la tercera edición de su libro aparecen todos los recuperados retratados, y Telmo comenta sobre los casos, entre los que se encuentra uno que siempre estaba amarrado, e incluso con grillos y esposas mató a un compañero, así como otro maníaco que escuchaba voces amenazándolo de muerte.  

Esta sanación podría interpretarse como una falsa maniobra, aunque el testimonio del que era el guardián del asilo cuando llegó el nuevo Director, apoya la tesis de la curación. Lo cierto es que Telmo Romero seguía ganando fama y se comentaba que pronto llegaría a ser Rector de la Universidad o por lo menos Decano de la Facultad de Medicina. 

Por esta razón, los estudiantes se dedican a pedir de casa en casa que les donen los libros de Telmo y, el 10 de marzo de 1886, con motivo del centenario del nacimiento de José María Vargas, hacen una gran pira en la universidad y queman todos los textos. Además, no contentos con eso, se llegan hasta la Esquina de Las Madrices y destrozan la farmacia del yerbatero. 

El Asilo de Enajenados de Los Teques 


La casa donde estaba ubicado el asilo era bastante larga, aunque no muy ancha, con techo bajo de tejas. En su fachada tenía ventanas de balaústres y algunos tragaluces, y en la parte posterior había un pequeño jardín, bautizado como Plaza Crespo, al que salían los locos no violentos a tomar el sol. 

En aquella época ni siquiera existía el electroshok y los únicos tratamientos permitidos eran las mangueras de agua fría y caliente. Por otra parte, estaba expresamente prohibido poner grillos o esposas, aceptándose la camisa de fuerza como único recurso para inmovilizar, pero ésta no era la norma que seguía Telmo. 

Una investigación que se llevó a cabo poco tiempo después de la partida de Telmo, y que está publicada en un Boletín de la Academia Nacional de la Historia, puso al descubierto todas las barbaridades cometidas por este yerbatero.
 
Entre ellas: sacar los dientes a los pacientes sin anestesia cuando se alteraban, para inmovilizarlos con el dolor; aplicar hierros calientes en la piel; cortar el pelo a rape, abrir una herida en la cabeza y ponerlos a sangrar bajo el agua hasta dejarlos medio muertos; y clavar el cráneo con agujas de acero, porque había leído que éste era un remedio eficaz.

Los habitantes de las casas aledañas narraban que no podían dormir por los gritos de terror que salían del asilo durante toda la noche. Luego, cuando Telmo fue despedido, el lugar quedó en total abandono y los locos se escapaban muertos de hambre, mugrientos y casi desnudos, sembrando el pánico en todo el vecindario que, por una parte querían socorrer a los pobres desamparados, y por la otra sentían mucho temor de ser atacados.
 
Pero también hay otro Boletín de la Academia Nacional de la Historia que cuenta el testimonio de Miguel Wenceslao Castro, quien tenía cuatro años como guardián cuando llegó Telmo y habla de los pacientes que fueron recuperados; incluso dice que se comenzó a ver la mejoría al poco tiempo de llegar el yerbatero. 

Los pacientes curados por Telmo Romero 


Cabe pensar que es posible que ambas versiones sean ciertas: que sanaran los menos graves o más dóciles y que se hayan aplicado los terribles tratamientos a los más reticentes, o también que los locos se hayan curado para salir de aquel infierno. El señor Miguel Castro hace la siguiente descripción de los internos que se curaron:

  1. Cayetano Sagal: Padecía de furia con permanente insomnio.
  2. Pío Nono Álvarez: Era pacífico. Se creía inmensamente rico y dictaba leyes.
  3. José Ignacio Pérez: Maníaco furioso, oía voces que lo amenazaban.
  4. José de Jesús Laviera: Nunca hablaba, siempre estaba ensimismado y deseaba morir.
  5. Andrés Antonio Lovera: Enajenado sin furia, con la mirada extraviada y se negaba a comer.
  6. Ignacio Correa: Era pacífico pero enfurecía fácilmente y se paseaba continuamente.
  7. Agustín Vileda: Loco furioso, amenazaba a todo el que se le acercara. Estuvo con grillos.
  8. Manuel Castro: Vivía sumido en una profunda tristeza y no comía.
  9. J. C. Golis: Loco furioso, rompía todo y jamás dormía. Estuvo encadenado.
  10. Jesús M. Rachadell: Furioso, hablaba disparates y no podía ser contrariado. Estuvo esposado.
  11. Juan Alonzo: Demencia completa, comía gusanos y vivía desnudo.
  12. Visitación Reyes: Total delirio, manifestaba deseos de matar e intentó escaparse. Estuvo con grillos.
  13. Gerónimo Blanco: Tenía el sueño de hacer largos viajes con muchos soldados. Conversaba con el mar y con la luna.
  14. Clemente Rodríguez: Hablaba de religión y de política. Se paseaba por una línea que dibujó en el patio.
  15. Ignacio Antuna: Furia terrible, idea constante de hacer daño. Estando con grillos y esposas, logró coger un pedazo de tabla y mató a otro enajenado.
  16. Estanislao Rodríguez: Manifestaba deseos de matar y de robar. Su conversación versaba siempre sobre asesinatos. Estuvo muchos días con grillos y esposas.
  17. Manuel Santana: Se creía predicador, hablando siempre con gritos y vociferaciones. Nunca dormía e ignoraba su nombre. 
  18. Gregoria Linares: Pacífica pero jamás dormía y se negaba a comer.
  19. Isabel Seijas: Se creía santa y era insolente. 
  20. Paulina Cartay: Nadie se le podía acercar, porque pensaba que esto la deshonraba.  Aborrecía su familia. 

En el año 1890 se encargó temporalmente de la Presidencia de la República el Dr. Guillermo Tell Villegas Pulido y subió hasta Los Teques para supervisar el lugar, encontrando una escena dantesca. Narró que había muchos pacientes amarrados y engrillados, que la mayoría de las habitaciones tenía el suelo de tierra, y que la pestilencia, entre las necesidades que hacían los locos en todas partes y su falta de aseo, era insoportable. Además, todos estaban famélicos y harapientos. Inmediatamente tomó medidas para mejorar las condiciones y se dio a la tarea de buscar un sitio idóneo en Caracas para traerlos.

El Asilo de Enajenados de Caracas, el Manicomio y el Psiquiátrico 


Para el año 1892, Villegas Pulido ya ha conseguido acondicionar un sitio que le han cedido para instalar el Asilo de Enajenados de Caracas. Se trata del antiguo hospital militar, ubicado en la Planicie de Catia, cuya estructura ya no existe. Así que, el 17 de septiembre de ese año, contrata un tren exclusivo para que viajen todos los locos desde Los Teques hasta Caracas, junto a los enfermeros y un grupo de militares que garantizan la seguridad. Es de imaginar que ese paseo fue sumamente disfrutado por el grupo de 30 pacientes que, para la fecha, quedaban en el asilo. 

Las condiciones de vida de los internados mejoraron notoriamente desde ese año, aunque aún con bastantes carencias y limitaciones. El nuevo local tenía algunos problemas de agua, no había un drenaje adecuado de las cloacas y no contaba con un laboratorio. Por todas estas condiciones, y porque ya venían con muchos problemas, empezaron a padecer de sarna, paludismo, tifus y amebiasis. El hospital da un vuelco importante cuando José Francisco Torrealba –conocido como “el sabio Torrealba”- es nombrado Director en 1924.

Pasan los años, mientras se va construyendo la nueva sede en el sector de Lídice en La Pastora, el cual tomará el nombre de Manicomio por las instalaciones del hospital, que luego se llamará Hospital Municipal Psiquiátrico y finalmente Hospital Psiquiátrico de Caracas. Se mudan desde Catia, en 1938, a las modernas instalaciones diseñadas por los arquitectos Carlos Raúl Villanueva y Herman Blasser. En este nuevo local se profesionaliza la atención a los pacientes, y hasta tienen talleres para la terapia ocupacional, un grupo de teatro y un salón de belleza. 

Hospital Psiquiátrico de Caracas 


Mientras tanto, se han graduado médicos que serán decisivos para el desarrollo de la Psiquiatría en Venezuela, como por ejemplo el Dr. Francisco Herrara Luque, entre muchos otros. No aún como psiquiatras, puesto que la  cátedra se funda en el año de 1940, tomando como escuela de prácticas al Hospital Psiquiátrico de Caracas. Éste fue un centro de atención de avanzada, contando con hospitalización, consultas externas, emergencia, servicios de psicología, recuperación del alcoholismo y drogas, modernas cocinas, un gran comedor, amplios espacios para la recreación, capilla y un restaurante. 

Lamentablemente, las noticias de los últimos años no han sido muy buenas. El hospital se ha deteriorado considerablemente en todas sus instalaciones y servicios: falta el agua y frecuentemente de luz; clausura de los sanitarios; camas y colchones totalmente inservibles; una casi nula alimentación para los pacientes; y falta de sedantes que los obliga a volver a estar amarrados a una cama o encerrados en un pequeño cuarto tipo celda. 

Referencias:

ABC Internacional - Jorge Benezra. (2019, 3 agosto). El Psiquiátrico de Caracas aterra. https://www.abc.es/internacional/abci-psiquiatrico-caracas-aterra-201908030133_noticia.html

 Andara, C. (2015, 20 noviembre). Andanzas y aventuras del brujo, yerbatero y curandero Telmo Romero. https://issuu.com/mcandara/docs/banh_366. https://issuu.com/mcandara/docs/banh_366

De Oliveira, C. (s. f.). La historia de la psiquiatría en Venezuela. https://vitae.ucv.ve/pdfs/VITAE_2079.pdf. https://vitae.ucv.ve/pdfs/VITAE_2079.pdf

Fundación Arquitectura y Ciudad. (2018, 29 noviembre). 1938• HOSPITAL MUNICIPAL PSIQUIÁTRICO, LÍDICEhttps://fundaayc.wordpress.com/2018/11/29/1938%E2%80%A2-hospital-municipal-psiquiatrico-lidice/

Marietán, H. (2004, octubre). Historia de la psiquiatría. https://alcmeon.com.ar/11/44/08_marietan.htm#:~:text=J.,la%20paranoia%20y%20la%20depresi%C3%B3n



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