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domingo, 16 de mayo de 2021

Hospital Vargas de Caracas: una joya arquitectónica llena de historia

 



No existe hospital más hermoso que el Vargas de Caracas, tanto por su arquitectura como por su historia. Ubicado en las faldas del Ávila y construido sobre varios cementerios, ha sido cuna de la medicina venezolana y la escuela de los mejores doctores del país. 

Está situado entre las esquinas de San Simón y Monte Carmelo, en el Sector Cotiza de la Parroquia San José, a pocas cuadras del Panteón Nacional. Es patrimonio cultural de Caracas, aunque atraviesa por la misma crisis hospitalaria que todos los demás centros asistenciales del país. 

Contenido:

  • Un hospital moderno
  • El país que vio nacer al Hospital Vargas
  • Rafael Rangel: entre la peste y la dictadura
  • José Gregorio Hernández: el final de un día feliz
  • Los fantasmas del Hospital Vargas


Un hospital moderno

  

Los primeros cimientos del Hospital Vargas de Caracas se colocan en 1888, cuando el Presidente Juan Pablo Rojas Paúl emite un decreto para la construcción de un hospital que estuviera acorde a los nuevos tiempos, siguiendo el modelo del Lariboisiére de París. Su diseño consideraba los últimos postulados médicos, lo cuales sostenían que la ventilación de los sitios de reclusión de enfermos era vital para evitar el aire enrarecido y, por ende, la propagación de virus y bacterias.

Sala del Hospital Vargas 

La magna obra fue erigida en los terrenos de una hacienda conocida como Antiguo Potrero Pulinare, parte de cuya extensión la ocupaba el cementerio San Simón, al igual que en sus adyacencias se ubicaban los antiguos cementerios de Los Coléricos y Los Virulentos, clausurados por Antonio Guzmán Blanco cuando en el año 1876 se estrenó el Cementerio General del Sur, que fue un modelo y donde están enterrados muchos venezolanos ilustres. Además, estaba el Cementerio de Nuestra Señora de la Mercedes, cerrado en 1825. 

Todo el Hospital Vargas se situa sobre los terrenos que antes correspondieron al Cementerio de San Simón. El Instituto Anatómico San Lorenzo, inaugurado por Luis Razetti en 1911, se localizaba sobre el viejo Cementerio de La Mercedes, entre las esquinas de San Lorenzo y Ánima Sola. Este último luego pasó a ser la Escuela de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.
 
De acuerdo al proyecto, el nuevo hospital sería de una sola planta, ocupando dos manzanas con una extensión de 19.800 m². Tendría una disponibilidad de 1.000 camas distribuidas en grandes salas y divididas en dos alas, una para mujeres y otra para hombres. En sus inicios, cada ala se componía de dos hileras con cinco salas en cada una, que primero llevaron nombres de santos, luego el de médicos reconocidos y finalmente números. 

Adicionalmente, el hospital contaría con área de emergencia, terapia intensiva, cuartos para los médicos y residentes, laboratorios, departamentos de autopsias, morgue, quirófanos y habitaciones de recuperación, farmacia, anfiteatro, zona de consultas, varios puestos de enfermería, almacenes, servicios de cocina y lavandería, caballerizas y muchos jardines. 

El Hospital Vargas fue una majestuosa obra arquitectónica de estilo neogótico, con grandes arcos ojivales, pisos de cerámica blanca y negra simulando un tablero de ajedrez, y un gran patio central presidido por la estatua del eminente Doctor José María Vargas, quien fuera fundador de la cátedra de Anatomía y Cirugía de la Universidad de Caracas y primer Rector de la Universidad Central de Venezuela.

Todavía en medio de la obra, el hospital es inaugurado el 1° de enero de 1891 por el nuevo Presidente Ramón Andueza Palacios, y se abre al público el 5 de julio de este mismo año, convirtiéndose en el primer hospital moderno del país.  Estuvo atendido por los mejores médicos de la época tales como José Gregorio Hernández, Luis Razetti, Francisco Antonio Rizquez, Miguel Ruíz y Pablo Acosta Ortiz, entre muchos otros, contando con la esmerada asistencia de la Hermanas de la Caridad de San José de Tarbes. 

El día 5 de julio, fecha en que comienza a funcionar el hospital, ingresan 194 pacientes que se distribuyen entre las 20 salas. Habían llegado procedentes del Hospital de Caridad de Mujeres ubicado en la Esquina de San Pablo, y del Hospital Civil de Hombres (antiguo Hospital San Pablo) localizado en la Esquina del Hoyo. Durante el año siguiente se realizan 136 cirugías de diversa índole, que fueron las primeras en el país, falleciendo en ellas sólo 14 pacientes. 

El Hospital Vargas ha sido refaccionado a lo largo de la historia y su estructura ha cambiado. Una de las más importantes modificaciones fue entre 1930 y 1935, cuando se sustituyeron los techos de madera por platabandas y se construyó un segundo nivel, redistribuyéndose las dependencias. 

El país que vio nacer al Hospital Vargas 


Según el censo nacional de enero de 1891, Venezuela tenía 2.221.572 habitantes. La esperanza de vida rondaba los 40 años, la mortalidad infantil era altísima, y enfermedades como el cólera, viruela, paludismo y tuberculosis pululaban por doquier diezmando a la población.
 
Por su parte, lo que hoy es el Distrito Capital de Caracas contaba con 87.000 almas, ubicadas en 13.318 casas que se distribuían entre sus nueve  parroquias, las cuales habían sido constituidas entre los años 1636 y 1889:

Para ese entonces toda la iluminación de la ciudad, tanto calles como casas, y por lo tanto hospitales, exceptuando la Plaza Bolívar y sus alrededores que sí tenían luz eléctrica, se servían con lámparas de gas que había que encender manualmente una por una. Por otra parte, no había ningún automóvil en Caracas, ya que el primero fue importado por Cipriano Castro en el año 1904, por lo que la gente se movilizaba en caballo, mula o burro, y en coches tirados por estos animales.

Primer auto que llegó a Caracas 

En esta Caracas de los techos rojos de finales de siglo XIX también existía el tranvía y el ferrocarril. Cuentan que para el año 1891 ya la ciudad contaba con 31 unidades de tranvías que recorrían las calles empedradas llenas de carriles de hierro. A través del ferrocarril también se podía llegar hasta puntos bastante lejanos como La Guaira, El Valle o Petare, y en el año 1890 había sido estrenado el tramo Caracas-Valencia. 

Cuando se inaugura el Hospital Vargas, Caracas únicamente contaba con los siguientes nosocomios o lugares de acogida para los enfermos y desvalidos:

Apenas transcurridos ocho años de su apertura, al Hospital Vargas le tocará vivir una larga época muy dura, tanto políticamente, como por dos grandes epidemias que están entre las peores de la historia. El 22 de octubre de 1899 entra Cipriano Castro con sus tropas a Caracas, dando un golpe de Estado al entonces presidente Ignacio Andrade, y comienza una férrea dictadura de 36 años protagonizada por Cipriano Castro hasta el año 1908 y por Juan Vicente Gómez entre 1908 y 1935. 

Narra José Rafael Pocaterra que cuando un preso moría en La Rotunda a causa de los malos tratos o por envenenamiento, llegaba una ambulancia del Hospital Vargas y se llevaba el cuerpo sin vida, que luego entregaban a sus familiares diciéndoles que había fallecido en el hospital, lo cual quiere decir que los médicos eran obligados a firmar actas de defunciones falsas. En cuanto a las epidemias, en el año 1908 se desató la Peste Bubónica y, posteriormente, en 1918, la Gripe Española

El Hospital Vargas está lleno de historias acerca de todos los médicos ilustres que allí trabajaron, pero hay dos hechos que marcaron su cronología de forma muy singular; el primero de ellos fue el suicidio del eminente científico Rafael Rangel en el año 1909 y el segundo la muerte del Doctor José Gregorio Hernández en 1919. 

Es interesante destacar que, en ambos desenlaces, estuvo presente la figura del Dr. Luis Razetti (1862-1932), cuya talla profesional se valora como máxima exponente de la medicina venezolana junto a José María Vargas y a José Gregorio Hernández. 

Rafael Rangel: entre la peste y la dictadura

 

El día 20 de agosto de 1909 una trágica noticia recorre los pasillos del Hospital Vargas. A las tres de la tarde Rafael Rangel se encerró en su laboratorio e ingirió una fuerte dosis de cianuro potásico. Al escuchar gritos, acuden los bachilleres residentes, entre los que estaba Domingo Luciani, y lo encuentran con un tono azul en la piel y agarrado a la puerta; le preguntan qué tomó e intentan salvarlo, pero muere a los pocos minutos. 

Rafael Rangel 

Éste fue un duro golpe para el Doctor José Gregorio Hernández, ya que había sido su maestro y mentor en el laboratorio de microbiología donde Rafael Rangel comenzó sus investigaciones científicas. Cuentan que José Gregorio se puso las manos en la cabeza y lloró amargamente. A Domingo Luciani y otros estudiantes les tocó ir hasta la vuelta del hospital, donde vivía Rangel con su esposa Ana Luisa Romero y dos hijos: Ezequiel de cuatro años y Consuelo de dos, para informar sobre el terrible suceso. 

Rangel sufría de una severa depresión. Dicen que durante sus últimas semanas de vida tenía conductas extrañas y se la pasaba ensimismado. El día anterior a su muerte había invitado a los bachilleres a una conferencia y, en mitad de la presentación, luego de hablar locuazmente durante un buen rato, se quedó en silencio y comenzó a llorar. La razón principal de su desventura fue la epidemia de la Peste Bubónica, durante la cual había contraído muchas deudas en nombre del gobierno que ahora se negaba a responder.
 

El destacado científico Rangel, que es considerado el Padre de la Parasitología venezolana, nació el 25 de abril de 1877 en Betijoque (Estado Trujillo) y en el año 1896 ingresó a la Universidad Central de Venezuela donde fue un estudiante sobresaliente, que posteriormente lo llevó a ocupar el cargo de Director del laboratorio del Hospital Vargas en el año 1902, a la vez que fue tutor de numerosas tesis. Su investigación más destacada estuvo centrada en la anquilostomiasis como causa primordial de la anemia en el medio rural. 

Cuando en marzo de 1908 se presenta en La Guaira el primer caso sospechoso de Peste Bubónica, el científico es convocado a investigar; no encuentra la causa de la enfermedad y declara que no parece ser la temida peste. No obstante, unas semanas más tarde baja al Litoral y logra aislar el bacilo, ante lo cual se declara la emergencia y Rangel es nombrado jefe de la campaña sanitaria. A continuación se toman medidas muy drásticas, tales como quemar las casas donde habia entrado la peste, a los fines de evitar la propagación, y mediante la promesa de que el costo sería indemnizado. 

Pero sucedió que a finales de este mismo año, el 24 de noviembre de 1908, Cipriano Castro tiene que salir para Europa por razones médicas y Juan Vicente Gómez aprovecha para desplazarlo del poder, desarrollando un gran odio hacia todos los hombres que habían sido de la confianza del anterior mandatario y desatándose una feroz persecución hacia éstos. 

Entonces Rangel cae en desgracia y es acusado de no haber actuado con diligencia durante la epidemia, así como de la malversación de los fondos que le fueron asignados. Adicionalmente, se le niega una beca para seguir sus estudios en el exterior y, por otra parte, los dueños de las viviendas quemadas acuden permanentemente al Vargas a reclamar los dineros que se les deben.

Rafael Rangel fue velado en una capilla del Hospital Vargas que estaba en el área actual de las consultas externas. Iba a ser enterrado al otro día pero una inclemente tempestad lo impide, por lo que el Dr. Razetti lo embalsama para evitar la descomposición del cadáver y finalmente su cuerpo es inhumado en el Cementerio General de Sur el domingo 22 de agosto. Desde el 20 de agosto de 1977 sus restos reposan en el Panteón Nacional de Caracas, a pocas manzanas de distancia del Hospital Vargas. 

José Gregorio Hernández: el final de un día feliz


Según había comentado José Gregorio Hernández, ese fatal 29 de junio de 1919 era uno de los días más felices de su vida por dos importantes motivos; por una parte, el día anterior se había firmado el Tratado de Versalles, que anunciaba el fin de la Primera Guerra Mundial, y por la otra cumplía 31 años de graduado como médico de la Universidad Central de Venezuela. Pero el destino quiso que no llegara a ver el atardecer, ya que fue atropellado a las 2:15 p.m. por el hombre que iba a ser su compadre. 

Doctor José Gregorio Hernández en el laboratorio

El Dr. Hernández es uno de los médicos más brillantes que ha tenido Venezuela, lo cual a veces queda opacado por la trascendencia milagrosa de su figura. Nace en Isnotú (Estado Trujillo) el 26 de octubre de 1864, y llega a Caracas en 1884 para terminar sus estudios de secundaria y posteriormente ingresar a la universidad, donde se destaca como un estudiante sobresaliente. 

Luego de obtener su grado de médico en 1888, es becado y parte para Francia en 1889, regresando el mismo año en que se inaugura el Hospital Vargas, para instalar un avanzado laboratorio que contó con el primer microscopio del país traído por él mismo.  

De su época de estudiante también se cuenta que aprendió varios idiomas, así como a tocar piano. Daba clases particulares para mantenerse y se cosía su propia ropa para ahorrar dinero. Por otra parte, era un muchacho normal, que tuvo varias novias porque además era guapísimo; acudía a las fiestas y bailaba muy bien. Muchos dicen que nunca se casó porque se dedicó a Dios, pero otros aseguran que no lo hizo debido a que tuvo que terminar de criar a sus seis hermanos cuando murió su padre.  

Cuando vuelve de Europa se va a vivir a La Pastora con su hermana María Isolina del Carmen, en una casa que estaba ubicada entre las esquinas de Desbarrancado y San Andrés. Compartía su tiempo entre la docencia en la Universidad Central de Venezuela, donde funda la Cátedra de Bacteriología (que fue pionera en América) y sus actividades en el Hospital Vargas como Director del primer laboratorio de Venezuela. Igualmente, destinaba gran parte de su día a socorrer a los vecinos necesitados que acudían en busca de sus valiosos conocimientos médicos. 

Ese domingo, que fue el último de su vida, José Gregorio se había levantado, como siempre, antes de las cinco de la mañana y acudió a la misa en la Iglesia de la Divina Pastora donde comulgó, para posteriormente desayunar y visitar a los enfermos del Hospital Vargas y a los niños del orfelinato ubicado entre las esquinas de Dos Pilitas y Portillo, relativamente cerca de su vivienda. 

Después del almuerzo el Dr. Hernández celebraba en su casa con unos amigos que fueron a felicitarlo por su aniversario de graduado, cuando a las dos de la tarde tocaron su puerta para pedir ayuda: una anciana estaba grave y necesitaba de su atención. 

Más o menos a esa hora circulaba por La Pastora el señor Fernando Bustamante, quien era amigo del Dr. Hernández y le debía el gran favor de haber curado a su hermana de la Gripe Española, razón por la cual le había ofrecido como ahijado al niño que esperaba. 

Bustamante había sacado su licencia de conducir trece días antes, la cual era la número 444 del país. En la Esquina de Amadores, donde se había parado José Gregorio a comprar una medicina para la mujer enferma, al cruzar la calle distraído éste fue golpeado en una pierna por el carro marca Essex y cayó al suelo. 

El mismo Bustamante lleva a José Gregorio hasta el Hospital Vargas, donde casualmente estaba de guardia el Dr. Razetti. Según algunas versiones el Dr. Hernández llegó sin vida, y de acuerdo a otras murió en la sala de emergencias, la cual no hace mucho fue convertida en una capilla que lleva su nombre.

La causa de su fallecimiento fue fractura en la base del cráneo, por lo que José Gregorio no muere a causa del arrollamiento, sino por el golpe que recibió en la cabeza contra el filo de la acera. De todas formas, Bustamante estuvo preso durante aproximadamente año y medio. 

El cuerpo de José Gregorio Hernández fue llevado a casa de su hermano, quien vivía entre las esquinas de Tienda Honda y Puente La Trinidad –actual Boulevard Panteón-, pero la afluencia de gente fue tanta que tuvo que ser movido a la Universidad Central de Venezuela (hoy Palacio de las Academias) para ser velado en capilla ardiente. El 1° de julio fue enterrado en el Cementerio General del Sur, donde permaneció hasta el año 1975, cuando es trasladado a la Iglesia de La Candelaria para un mejor resguardo. 

Actualmente, gran parte de los restos de José Gregorio Hernández se encuentran en El Vaticano, ya que fueron nuevamente exhumados debido a su proceso de beatificación, el cual se concretó el 30  de abril de 2021. 

Los fantasmas del Hospital Vargas


El Hospital Vargas tiene varias historias de fantasmas. La más conocida es la de una enfermera que avisa a los doctores cuando un paciente se pone grave, y también guía a los que necesitan atención médica urgente. Además exiten muchas otras leyendas que se pueden leer en la web. Pero hay algunas inéditas, que me contaron quienes las vivieron, por cierto personas muy allegadas. 

Una de las anécdotas sobre la enfermera proviene del año 1989 y corresponde a una mujer que llegó a emergencia con su pequeño hijo; le dijeron que esperara, dejándo al niño en una camilla en mitad de un pasillo. Pasaban las horas y no lo atendían, mientras que la criatura ardía en fiebre y la madre se desesperaba, cuando apareció una enfermera, que muy amablemente le preguntó qué le pasaba y luego la guió hasta donde estaba una doctora. 


Enfermera fantasma

La enfermera se quedó en la puerta e hizo entrar a la mujer en la sala; el niño estaba grave y hubo que actuar rápidamente para salvarlo. Entonces la madre le comentó a la doctora que gracias a la enfermera su hijo estaba vivo, a lo que la doctora respondió que a esa hora sólo estaban de guardia tres enfermeros hombres y ella, pero que había escuchado hablar sobre una enfermera vestida a la antigua, quien aparecía para ayudar o dar avisos, y que también acompañaba a los que estaban agonizando. 

Otra narración proviene de un médico y sucedió en la sala 6. Según cuenta, una joven tenía una enfermedad autoinmune que se complicó renalmente por lo que no orinaba y, de ser una  persona encantadora, se volvió agresiva e insultaba a todo el personal para que le dieran agua, lo cual tenía limitado por su condición. Resulta que la muchacha murió una tarde y por la noche alguien se bebió todo el termo de agua de la residente que estaba de turno, quien dejó abandonada la guardia presa de terror. 

En cuanto a las historias inéditas son varias. Algunas de ellas contadas por un grupo que, como labor social, hacía obras de teatro para los pacientes y sus familiares, así como otras referidas por payasos de hospital y un residente que pasó muchos días y noches de guardia en el Hospital Vargas. 

En el teatro, que queda al fondo del pasillo a mano derecha entrando por una alta puerta de madera, había un fantasma travieso que acostumbraba a apagar las luces y la música. Se escuchaban sus pasos corriendo arriba de la tramoya, lo que según dicen no es raro que ocurra en los teatros y más aún tratándose de un hospital que además fue construido sobre un cementerio. 

Cuenta, pongamos por caso que se llama Ana, que un día, cuando estaba por comenzar una obra, se propuso buscar a los pacientes rezagados para que asistieran al teatro y entró en una de las grandes salas donde al fondo se veía a un hombre acostado. Cuando decidió ir hasta él se le apareció una enfermera, que intrigada le preguntó que por qué estaba allí. Ana le respondió que iba a buscar al señor que estaba en la cama del fondo y la enfermera le informó que en aquella sala no había ningún paciente.

Gente de otro grupo dice que con frecuencia se topaban con una monja que iba rezando por los pasillos del hospital, pero nunca lo tomaron como algo anormal, hasta que un día se percataron de que, en una foto muy vieja, que estaba colgada en una pared, aparecía la misma religiosa. Seguramente la foto correspondía a los años en que el Hospital Vargas estuvo atendido por las Hermanas de la Caridad de San José de Tarbes y la que deambulaba por los corredores era una de ellas.
 
Un entonces residente y hoy doctor, que llamaremos Luis, ha corroborado que muchísima gente ve tanto a la enfermera como a la monja, así como también al paciente de la sala deshabitada, y además narra que hay una zona muy poco conocida en el hospital desde donde se ven velas prendidas en el jardín, cuyo sitio se ubica entre las salas 4 y 5. 

Este mismo doctor también se refiere a los sótanos del Vargas, que actualmente son un depósito de desechos, camillas y sillas de ruedas abandonadas, donde cuenta que hay una energía muy particular y existen pasadizos ocultos, puertas que se conectan y salidas clausuradas.

Seguramente aquí es donde vive la mayoría de los fantasmas del hospital, muchos de los cuales ni siquiera saldrán de su escondite y mucho menos para observar el deterioro que atraviesa el hospital. 

Referencias:

Caracas Cuéntame Caracas. (s. f.). El día que murió el chofer del auto que atropelló a José Gregorio Hernández. https://caracascuentame.wordpress.com/2016/08/05/el-dia-que-murio-el-chofer-del-auto-que-atropello-a-jose-gregorio-hernandez/

Cisneros, J. A. (2010, 19 octubre). Hospital Vargas de Caracas Siglo XIX. https://issuu.com/dr.cisneros/docs/hosp_vargas_siglo_xix

Crónicas de Tánatos. (s. f.). La muerte de José Gregorio Hernández. https://cronicasdeltanato.wordpress.com/la-muerte-de-jose-gregorio-hernandez/

Desde la memoria urbana. (2016, 30 noviembre). Domus pauperum: o memoria sobre la mejor manera de destruir al Hospital Vargas. http://hanniagomez.blogspot.com/2016/ 

Gobierno Bolivariano de Venezuela. (s. f.). 25 de Abril Natalicio de Rafael Rangel. http://www.inhrr.gob.ve/noticia16.php#:~:text=Sus%20restos%20reposan%20en%20el,el%2020%20agosto%20de%201977

Revista Élite. (s. f.). Los tranvías de Caracas. http://www.tramz.com/ve/cs/css.html

Rivas, J. (2019, 8 diciembre). Esquina de San Lorenzo. http://www.donrefran.com/esquina-de-san-lorenzo/


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