domingo, 21 de junio de 2020

El peligro del pensamiento avanzado en los tiempos de Baltasar de los Reyes Marrero



Los acontecimientos se desarrollan en la Esquina de las Monjas, en el Colegio Seminario Santa Rosa de Lima. Esta institución se encontraba frente a la Plaza Bolívar de Caracas, que en aquella época no se llamaba así -entre otras razones porque Bolívar todavía no había nacido- en lo que hoy es la sede del Palacio Municipal de Caracas.  El 22 de diciembre de 1721 el rey Felipe V le concede al Seminario la posibilidad de otorgar grados universitarios y un año más tarde, por bula papal, adquiere el estatus de Universidad Pontificia, pasando a llamarse Real y Pontificia Universidad de Caracas, con dependencia tanto de la monarquía española como de la Iglesia Católica. 

La Universidad funcionará en la capilla del Seminario y se va a regir por los estatutos de la Universidad Real de Santo Domingo ya que, para este momento, Venezuela ni siquiera tenía el rango de Capitanía General, lo cual sucede en el año 1777.  Las carreras que se impartirán serán Teología, Medicina, Filosofía y Derecho, todas dictadas en latín. En palabras de José Miguel Sanz (Rojas, 2005) todo el quehacer científico de la Universidad se remitía a la obra de Nebrija (1441-1522), quien consideraba que la Gramática era la base de toda la ciencia; igualmente en la Teología, y en la filosofía de Aristóteles según la interpretación de Tomás de Aquino.

Es interesante agregar que esta universidad era privada y costosa, y que para ingresar a ella había que presentar documentos que acreditaran la “blancura” racial.   Por otra parte, y como dato relevante a los fines de entender el proceso seguido a Marrero, existían dos autoridades importantes: por un lado el Rector, designado en principio por el Obispo, aunque a partir de 1784 esta figura pasa a ser de elección por parte del claustro o grupo de catedráticos y,  por el otro, el Cancelario  o  Maestrescuela, dos cargos concentrados en la misma persona, quien se constituía en la máxima autoridad y era el encargado de otorgar los grados obtenidos a través de los estudios.

Los personajes principales de la trama son: el sacerdote y catedrático de Filosofía, Dr. Baltasar de los Reyes Marrero, quien es el acusado, y el Dr. Cayetano Montenegro, abogado y acusador, padre del alumno de doce años del primero.  Interviene también el Rector de la Universidad  y  se hace referencia al Cancelario o  Maestrescuela, ante el cual el Dr. Montenegro interpone la demanda. En este punto se presenta la interrogante sobre cómo era posible que un estudiante de doce años fuera alumno de la Universidad, por lo cual es importante aclarar que ésta también expedía el título de Bachiller y que el Dr. Marrero tenía a su cargo la cátedra de Latinidad de Menores.

El dilema se inicia cuando el Dr. Marrero expulsa de la clase al niño Cayetano, por no haber cumplido con las asignaciones de Aritmética y Álgebra, que el profesor ha decidido incluir como parte de las materias a ser dictadas en su cátedra. Ante este hecho el padre del citado alumno se molesta, alegando que su hijo ha asistido puntualmente a sus clases y ha memorizado debidamente las lecciones de Súmulas (principios elementales de la Lógica que se remontan a la escolástica de Tomás de Aquino) y las de Lógica. 

Igualmente señala que él mismo no le ha permitido al niño que lleve a cabo sus tareas, por considerar que es inadecuado dedicarse a la Aritmética y al Álgebra cuando no se ha cumplido con los estudios de Lógica. Estas quejas son presentadas con fecha 14.05.1789 ante el Cancelario y dan comienzo a una serie de escritos que  constituyen el sumario sobre el cual se lleva a cabo el veredicto final, en la ciudad de Madrid, el 27 de julio de 1791.

A lo largo de sus múltiples misivas dirigidas al Cancelario, Cayetano Montenegro expone las razones que sustentan su posición ante los hechos, las cuales se repiten en innumerables ocasiones y básicamente se resumen en: a) el Dr. Marrero irrespeta los Estatutos de la Universidad e introduce en su cátedra “materias extrañas” que lo único que hacen es confundir a los niños, impidiéndoles el debido progreso en sus estudios de Lógica, que es lo realmente importante; b) no se puede permitir que ningún catedrático obligue a los alumnos a estudiar materias en contra de la voluntad de los padres y mucho menos si se trata de conocimientos inútiles para los fines de su formación,  que especialmente es la Teología; c) el Dr. Montenegro reconoce estar al tanto de que ya en España se han introducido cambios en los programas universitarios, pero los mismos no han sido aprobados en la Universidad de Caracas, por lo que es ilegal alterar lo establecido en los Estatutos; d)  el Dr. Marrero, adicionalmente a que ha introducido materias no aceptables en su cátedra, no enseña la Física de Aristóteles como es lo correcto, sino que introduce la moderna visión científica de Newton; e) el catedrático Marrero ha faltado a su juramento académico, por lo cual ha irrespetado a Dios.

Por su parte, el Dr. Marrero se defiende con los siguientes argumentos: a) ha sido agraviado por la forma como un notario le ha prohibido dictar Aritmética y Álgebra, imponiéndole además una multa; b) las materias que ha tenido a bien introducir en su cátedra contribuyen de forma importante al entendimiento de la Filosofía; c) los mayores sabios de la época han recomendado incluir las cuestionadas asignaturas en la Universidad de Salamanca y él lo que ha hecho es adaptarlas de la mejor manera posible; d) no es su intención que el Dr. Montenegro se sienta agraviado y acepta que su hijo retorne a clases, pero no lo exime de cumplir con las asignaciones de todas las materias; e) resalta que durante toda su carrera profesional ha sido supervisado y nunca ha recibido ninguna queja acerca de su labor docente; f) indica que no existe ninguna prohibición expresa en los Estatutos, acerca de dictar materias que contribuyan a la introducción y buen entendimiento de la Física; g) siempre apoya a sus estudiantes y las puertas de su casa están abiertas para que vayan a utilizar sus libros; h) su forma de enfocar la Física no se opone a Aristóteles, sino que trata de corroborar con evidencias lo que no se debe aceptar como verdadero porque sí.

También interviene en el litigio el rector de la Universidad, quien apoya a Marrero aduciendo que: a) su persona había aprobado la introducción de las materias en cuestión porque considera que no se oponen a los Estatutos y porque además contribuyen al desarrollo, tanto del  entendimiento como del espíritu; b) la Universidad de Caracas, para estar a tono con los avances, debe regirse por los contenidos que se dictan en la Universidad de Salamanca; c) ilustres y ampliamente reconocidos intelectuales recomiendan el estudio de la Aritmética, Álgebra y Geometría porque es necesario, al igual que lo es la Química para la Medicina; d) el Dr. Marrero no ha faltado a los Estatutos, sino que ha procurado que lo que éstos contemplan sea mejor entendido.

Finalmente el juicio se resuelve en Madrid y la sentencia del 27 de julio de 1791 dictamina que: a)  el estudiante Montenegro debe ser aceptado en clases, no está obligado a cursar las materias que han sido cuestionadas y debe recibir los conocimientos completos de Súmulas y Lógica; b)  se deben eliminar de los expedientes todas las expresiones que atenten contra la integridad del Dr. Marrero; c) el catedrático Marrero debe pagar todos los montos que ha generado el juicio en su contra.

Como se puede verificar, el método de educación de la escolástica, con sus principios y contenidos, estaba muy arraigado en las concepciones filosóficas del siglo XVIII, aun cuando ya habían transcurrido más de tres siglos de la finalización de la Edad Media. Esto sucedía especialmente en Venezuela, donde privaba el atraso respecto a los nuevos paradigmas, además de una mentalidad especialmente conservadora impulsada por la Colonia.

El hecho es que el Dr. Baltasar de los Reyes Marrero resultó perjudicado por pretender que su cátedra fuera de avanzada y que sus alumnos recibieran conocimientos de acuerdo a los nuevos tiempos: ya en el año 1790 había renunciado a la Universidad, para irse como párroco a La Guaira. Sin embargo, con el paso de los años, fue reconocido como el primer educador en la enseñanza de la Física moderna en la Universidad de Caracas.

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